miércoles, 22 de abril de 2020

Jordan Peterson

E incluso si hubiéramos vencido a todas las serpientes que nos cercan desde
fuera, tanto las reptiles como las humanas, no estaríamos seguros. Tampoco lo
estamos ahora. Después de todo, ya hemos visto al enemigo y no es otro que
nosotros mismos. La serpiente habita en el interior de cada una de nuestras
almas. En mi opinión, este es el motivo de la extraña insistencia del cristianismo,
que John Milton explicitó de forma paradigmática, a propósito de que la
serpiente del jardín del Edén era Satán, el mismo espíritu del mal. Difícilmente
puede exagerarse la importancia de esta identificación simbólica, así como su
asombrosa genialidad. Precisamente mediante este ejercicio de la imaginación,
practicado a lo largo de los milenios, se desarrolló la idea de unos conceptos
morales aislados, con todo lo que conllevan. Hay un trabajo hercúleo, imposible
de imaginar, detrás de la idea del bien y del mal y su correspondiente metáfora
onírica. La peor serpiente posible es la eterna tendencia humana al mal. La peor
serpiente posible es psicológica, espiritual, personal, interna. Y no hay muros,por grandes que sean, que puedan mantenerla fuera. Incluso si la fortaleza fuera
en principio lo suficientemente sólida como para dejar fuera todas las cosas
malas, volverían a aparecer inmediatamente desde el interior. Tal y como repetía
el gran escritor ruso Alexandr Solzhenitsyn, la línea que separa el bien del mal
atraviesa el corazón de todo ser humano.

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