sábado, 4 de abril de 2020

Fernando Pessoa


De la más alta ventana de mi casa
Con un pañuelo blanco digo adiós
A mis versos que parten para la humanidad
Y no estoy ni alegre ni triste.
Ese es el destino de los versos.
Los escribí y a todos debo mostrárselos
Porque no puedo hacer lo contrario
Como la flor no puede esconder su color,
Ni el río esconder que corre,
Ni el árbol esconder que da frutos.
Ellos ya van lejos como si fueran en una diligencia
Y yo sin querer siento pena
Como un dolor en el cuerpo
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán a parar?
Flores, mi destino recoge para ojos.
De árboles se arrancan frutos para bocas.
Río, el destino de mi agua no era permanecer en mí.
Me someto y me siento casi alegre,
Casi alegre, como quien se cansa de estar triste.
¡Vayan, vayan, váyanse de mí!
Pasa el árbol y queda dispero por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la que fue suya.
Paso y quedo, como el Universo.

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