martes, 28 de abril de 2020

Daniel Goleman

Emotion At Work on Twitter: "#Quote from Daniel Goleman… "
Era una bochornosa tarde de agosto en la ciudad de Nueva York. Uno de esos
días asfixiantes que hacen que la gente se sienta nerviosa y malhumorada. En el
camino de regreso a mi hotel, tomé un autobús en la avenida Madison y, apenas
subí al vehículo, me impresionó la cálida bienvenida del conductor, un hombre de
raza negra de mediana edad en cuyo rostro se esbozaba una sonrisa entusiasta,
que me obsequió con un amistoso « ¡Hola! ¿Cómo está?» , un saludo con el que
recibía a todos los viajeros que subían al autobús mientras éste iba serpenteando
por entre el denso tráfico del centro de la ciudad. Pero, aunque todos los
pasajeros eran recibidos con idéntica amabilidad, el sofocante clima del día
parecía afectarles hasta el punto de que muy pocos le devolvían el saludo.
No obstante, a medida que el autobús reptaba pesadamente a través del
laberinto urbano, iba teniendo lugar una lenta y mágica transformación. El
conductor inició, en voz alta, un diálogo consigo mismo, dirigido a todos los
viajeros, en el que iba comentando generosamente las escenas que desfilaban
ante nuestros ojos: rebajas en esos grandes almacenes, una hermosa exposición
en aquel museo y qué decir de la película recién estrenada en el cine de la
manzana siguiente. La evidente satisfacción que le producía hablarnos de las
múltiples alternativas que ofrecía la ciudad era contagiosa, y cada vez que un
pasajero llegaba al final de su trayecto y descendía del vehículo, parecía haberse
sacudido de encima el halo de irritación con el que subiera y, cuando el
conductor le despedía con un « ¡Hasta la vista! ¡Que tenga un buen día!» , todos
respondían con una abierta sonrisa.

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