Y entonces me invade un deseo inmenso de juzgar con indulgencia el ensueño científico, tan impropio, al fm de cuentas, desde cualquier punto de vista. ¿Los sin hijos?12 Bueno. ¿La sífilis? Como usted quiera. ¿La fotografía? No tengo inconveniente. ¿El cine? Bravo por las salas oscuras. ¿La guerra? Nos divertimos bien. ¿El teléfono? Hola, sí. ¿La juventud? Encantadores cabellos blancos. Trate de hacerme decir gracias: "Gracias". Gracias... La gran estima que demuestra el vulgo por las investigaciones de laboratorio propiamente dichas se debe a que conducen a la invención de máquinas, al descubrimiento de sueros, cosas todas en las cuales se considera directamente interesado. No duda ni un instante que tienen por objeto mejorar su suerte. No podría decir yo exactamente en qué proporción entran los puntos de vista humanitarios en el ideal de los sabios, pero no creo que lleguen a constituir un cúmulo excesivo de bondad. Hablo, entiéndase bien, de los sabios auténticos y no de los vulgarizadores de toda calaña que se hacen extender un diploma. Creo, tanto en éste como en otros terrenos, en la pura alegría surrealista del hombre que, consciente del fracaso reiterado de todos los demás, no se da por vencido, parte desde donde quiere y por un camino absolutamente distinto del camino razonable, llega hasta donde puede.
jueves, 16 de abril de 2020
André Breton
Y entonces me invade un deseo inmenso de juzgar con indulgencia el ensueño científico, tan impropio, al fm de cuentas, desde cualquier punto de vista. ¿Los sin hijos?12 Bueno. ¿La sífilis? Como usted quiera. ¿La fotografía? No tengo inconveniente. ¿El cine? Bravo por las salas oscuras. ¿La guerra? Nos divertimos bien. ¿El teléfono? Hola, sí. ¿La juventud? Encantadores cabellos blancos. Trate de hacerme decir gracias: "Gracias". Gracias... La gran estima que demuestra el vulgo por las investigaciones de laboratorio propiamente dichas se debe a que conducen a la invención de máquinas, al descubrimiento de sueros, cosas todas en las cuales se considera directamente interesado. No duda ni un instante que tienen por objeto mejorar su suerte. No podría decir yo exactamente en qué proporción entran los puntos de vista humanitarios en el ideal de los sabios, pero no creo que lleguen a constituir un cúmulo excesivo de bondad. Hablo, entiéndase bien, de los sabios auténticos y no de los vulgarizadores de toda calaña que se hacen extender un diploma. Creo, tanto en éste como en otros terrenos, en la pura alegría surrealista del hombre que, consciente del fracaso reiterado de todos los demás, no se da por vencido, parte desde donde quiere y por un camino absolutamente distinto del camino razonable, llega hasta donde puede.
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