Creo que tuve mucha suerte. Porque crecí en Sri Lanka, me eduqué en Inglaterra y luego terminé en Canadá. Así que es como que tengo tres pares de anteojos con los que puedo mirar el mundo. No estoy atrapado en un solo punto de vista. Y también creo que si me hubiese quedado en Inglaterra jamás hubiese sido escritor, porque resultaba una idea demasiado pretenciosa cuando tenés encima a Keats, Yeats y tantos más. En ese sentido, Canadá me liberó de ese peso.
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