Me gustaría citar otro caso que es típico de una gama de sucesos. La esposa de uno de mis pacientes, ya cincuentón, me contó una vez que, a la muerte de su madre y de su abuela, se reunió una banda de pájaros por fuera de las ventanas de la cámara mortuoria. Yo había oído ya a otras personas historias similares. Cuando el tratamiento de su marido estaba tocando a su fin, por estar curado de su neurosis, le aparecieron unos síntomas, aparentemente inocuos, que, sin embargo, me parecieron típicos de una enfermedad de corazón. Lo mandé a un especialista que, después de examinarlo, me confirmó por escrito que no encontraba ningún motivo de alarma. Al volver de la consulta, con el informe médico en su bolsillo, mi paciente sufrió un colapso en la calle. Cuando lo llevaban moribundo a casa, su mujer se encontraba ya angustiada porque, poco después de que su marido se fuera al médico, una bandada de pájaros se posó en su casa. Ella, lógicamente, recordó lo que había sucedido a la muerte de sus propios parientes, y temió lo peor. Aunque yo conocía personalmente a las personas afectadas y sé muy bien que los hechos aquí relatados son ciertos, no pienso ni por un momento que esto haga que quien considere tales hechos como mera «casualidad» cambie de opinión. Mi único objetivo al contar estos dos casos es simplemente dar alguna indicación de cómo las coincidencias significativas se dan a veces en la vida real.
domingo, 22 de marzo de 2020
Jung
Me gustaría citar otro caso que es típico de una gama de sucesos. La esposa de uno de mis pacientes, ya cincuentón, me contó una vez que, a la muerte de su madre y de su abuela, se reunió una banda de pájaros por fuera de las ventanas de la cámara mortuoria. Yo había oído ya a otras personas historias similares. Cuando el tratamiento de su marido estaba tocando a su fin, por estar curado de su neurosis, le aparecieron unos síntomas, aparentemente inocuos, que, sin embargo, me parecieron típicos de una enfermedad de corazón. Lo mandé a un especialista que, después de examinarlo, me confirmó por escrito que no encontraba ningún motivo de alarma. Al volver de la consulta, con el informe médico en su bolsillo, mi paciente sufrió un colapso en la calle. Cuando lo llevaban moribundo a casa, su mujer se encontraba ya angustiada porque, poco después de que su marido se fuera al médico, una bandada de pájaros se posó en su casa. Ella, lógicamente, recordó lo que había sucedido a la muerte de sus propios parientes, y temió lo peor. Aunque yo conocía personalmente a las personas afectadas y sé muy bien que los hechos aquí relatados son ciertos, no pienso ni por un momento que esto haga que quien considere tales hechos como mera «casualidad» cambie de opinión. Mi único objetivo al contar estos dos casos es simplemente dar alguna indicación de cómo las coincidencias significativas se dan a veces en la vida real.
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