A Paul, un amigo mío, su hermano le regaló un automóvil por Navidad. En Nochebuena, cuando Paul salía de su despacho, encontró un pilluelo de la calle dando vueltas alrededor del brillante coche nuevo, admirándolo. —¿Es éste su coche, señor? —le preguntó. Paul asintió con la cabeza. —Me lo regaló mi hermano por Navidad —respondió. El chico se quedó atónito. —¿Quiere decir que su hermano se lo dio y a usted no le costó nada? Vaya, ojalá... —se interrumpió, vacilante. Por cierto, Paul sabía ya lo que el chico iba a decir: que ojalá él tuviera un hermano así. Pero lo que realmente dijo lo conmovió hasta lo más hondo. —Ojalá yo pudiera ser un hermano así —continuó. Paul lo miró, atónito, e impulsivamente añadió: —¿Te gustaría dar una vuelta en mi coche? —Oh, sí. Me encantaría. Tras un corto recorrido, el chico le preguntó: —Señor, ¿le importaría pasar frente a mi casa? Paul esbozó una sonrisa, pensando que sabía lo que deseaba el chico: que sus vecinos vieran que él podía volver a casa en un gran automóvil. Pero otra vez se equivocaba. —¿Puede detenerse allí, donde están esos dos escalones? —preguntó el niño. Subió los escalones corriendo y casi en seguida Paul lo oyó regresar con lentitud. Venía trayendo en brazos a su hermanito tullido. Lo sentó en el escalón inferior y, abrazándolo fuertemente, le señaló el coche. —¿Ves, Buddy, es como yo te dije? Su hermano se lo regaló por Navidad y a él no le costó ni un céntimo. Algún día yo te regalaré a ti uno igual a éste... para que tú puedas ir solo a ver todas las cosas bonitas que hay en los escaparates de Navidad, las que yo he tratado de contarte cómo son. Paul bajó del coche y sentó al pequeño en el asiento inmediato al del conductor. Con los ojos brillantes, el hermano mayor se instaló junto a él, y esa víspera de Navidad los tres iniciaron un memorable paseo. Paul aprendió cuál había sido la intención de Jesús al decir: «Más bendición es dar...».
Dan Clark
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