miércoles, 29 de abril de 2015

Gregorio Luri

«Desconfiad del profesor que quiere hacer feliz a vuestro hijo»

Día 27/04/2015 - 02.15h

El filósofo Gregorio Luri asegura que es mucho más sensato enseñar a los niños a superar las frustraciones

El mundo parece estar dividido en dos clases de personas: las que quieren ser felices y las que saben lo que quieren. «Es orientador saber a cuál pertenecemos. Si sirve de ayuda, diría que solo uno de estos grupos lee libros de autoayuda», aclara con ironía Gregorio Luri, filósofo, buen conocedor del mundo educativo, en el que ha trabajado como docente en todos los niveles, de la escuela a la universidad, y autor de Mejor Educados. Para él, es «mucho más sensato enseñar a nuestros hijos a superar las frustaciones inevitables que hacerles creer en la posibilidad de un mundo sin frustraciones».
En el mundo educativo esta máxima es todavía más evidente, a juicio de Luri. «Cada vez que oigo a un maestro defender que su trabajo no es transmitir conocimientos, sino hacer felices a sus alumnos, me compadezco de estos. Tienen muchas posibilidades de salir de la escuela infelices e incultos», dice. Su consejo es que si vuestros hijos van a una de esas escuelas en las que Bucay es el intelectual de referencia, competir está prohibido, cuando juegan todos ganan y nadie pierde, y se considera más importante educar emocionalmente que enseñar álgebra, «entonces manteneos vigilantes. A no ser que vosotros seáis también partidarios de educarlos contra la vida real». Por el contrario, si lo que buscamos es que nuestra prole disponga de recursos para vivir en el mundo tal cual es, entonces, los que tenéis que hacer es todo lo contrario: «protegerles contra el exceso de proteccionismo de la escuela y enseñarles que ni la competencia ni la ambición son vicios perniciosos».
A Luri le gusta explicarlo con un ejemplo que, a su juicio, le parece parece muy sintomático de nuestro tiempo: «El duque de Wellington dijo en una ocasión que la batalla de Waterloo se había ganado en los patios de Eton. Quería decir que el carácter de los hombres se había formado haciendo deporte, compitiendo notablemente». Por eso, prosigue, si oímos a alguien decir sin complejos: «"Creo en mi mismo. No importa lo grandes que sean las dificultades, yo las superaré. Claro que he pasado por momentos difíciles, pero nunca he pensado en rendirme", seguro que es un deportista...», augura.

Las madres tigre

Todavía, continua este filósofo, hay mucha gente que se plantea la disyuntiva de qué es mejor, si ser inteligente o ser feliz. «Pero como lo que nos permite la inteligencia es ser conscientes de la complejidad del mundo, entonces, si la disyuntiva fuera cierta, sólo se podría vivir ser feliz reduciendo la complejidad del mundo hasta vivir en una imagen falsificada de la realidad. ¿De verdad hay alguien dispuesto a pagar este precio?», se pregunta. Las que no parecen estar dispuestas a jibarizar la inteligencia de sus hijos, recuerda Luri, son las llamadasmadres tigre, las madres orientales. «Nos puede parecer, quizás, que son demasiado estrictas, pero la realidad de los resultados de sus hijos nos obliga a no hacer bromas con ellas, porque existe la posibilidad de que en el futuro sean los jefes de los nuestros». Algunos, añade, alegarán que el precio que pagarán sus hijos por tener una madre demasiado estricta sea un terapeuta. «Pero las consultas de los terapeutas están llenas de niños occidentales que no se caracterizan por sufrir muchas tensiones académicas. La reducción de nuestras aspiraciones ante el mundo no nos hace en ningún caso ni más felices, ni emocionalmente más estables», concluye. La idea de una infancia feliz, tan en boga hoy en día, «es una peligrosa fantasía literaria que a menudo contamina de infantilismo la vida de los adultos», concluye este filósofo.

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