jueves, 29 de enero de 2015

Graham Hughes

He Visited All 201 Countries In The World… WITHOUT Using A Plane.

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Graham Hughes, a 33-year-old adventurer from Liverpool, England, has become the first person to visit all 201 countries in the world – WITHOUT using a plane. Hughes used buses, taxis, trains and his own two feet to travel 160,000 miles in exactly 1,426 days – all on a shoestring of just $100 a week. And it was no easy task.
He spent four days “crossing open ocean in a leaky boat” to reach Cape Verde. He was jailed for a week in the Congo for being a “spy.” He was arrested trying to “sneak into” Russia and had to be ”rescued from Muslim fundamentalists by a Filipino transsexual named Jenn.” He has traversed the borders of all 193 members of the United Nations plus Taiwan, Vatican City, Palestine, Kosovo, Western Sahara and the four home nations of The United Kingdom – all without flying.
Guinness World Records has now confirmed that Hughes, who filmed the expedition for a documentary and raised money for charity WaterAid, has achieved the world record for the “Most countries visited in one year by scheduled ground transport”.
While all land transport had to have either wheels, hooves or sturdy rubber soles, he made the longer-haul voyages mostly by hitching lifts on cargo ships. He even managed to get a lift on a friendly cruise ship to the Dominican Republic.
graham hughes selfie
Photo: Graham Hughes /TheOdysseyExpedition.com
“I love travel, and I guess my reason for doing it was I wanted to see if this could be done, by one person traveling on a shoestring,” he told the Christian Science Monitor.  ”I think I also wanted to show that the world is not some big, scary place, but in fact is full of people who want to help you even if you are a stranger.”
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Graham in Gabon. Photo: Graham Hughes / TheOdysseyExpedition.com
Other highlights include dancing with the Highlanders of Papua New Guinea, befriending orangutans in Borneo, riding through the badlands of Kenya on an 18-wheel truck, meeting the Prime Minister of Tuvalu – and “warning schoolchildren in Afghanistan about the dangers of men with beards”.
He says people tend to wonder how he got into the further-out countries like North Korea, Iraq and Afghanistan, but he says they were the easy ones.
Far tougher was negotiating routes into tiny island nations like Nauru, in the middle of the Pacific Ocean, the Maldives and the Seychelles “where there were sometimes pirate threats”.
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Photo: Graham Hughes / TheOdysseyExpedition.com
He says there were low points on the trip such as “sitting in a bus station in Cambodia at one in the morning or riding some awful truck over bad roads” when he thought: “Why am I doing this?”
The lowest point came when his sister, Nicole, died of cancer at just 39 years old. He broke the trip to hurry home to see her.
“I’d done 184 countries and had only 17 to go and I thought why not leave it there? (…but) she told me not to stop,” he added.
Now having finished his journey, he has no intention of buying a plane ticket any time soon and says he plans to “keep in the spirit of the adventure.”
Here is the list of countries visited in order:
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You can visit his website for all the proof; pictures in every country, passports etc.

Raquel Gedallovich



La 'caleña' que sobrevivió al horror del Holocausto en Auschwitz

Raquel Gedallovich, quien vive en Cali desde hace más de medio siglo, narra su experiencia.


 
Después de sobrevivir a la Segunda Guerra, Raquel pasó por Hungría e Israel. En 1952 viajó a Bogotá y 9 años después se radicó en la capital vallecaucana.
Foto: Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO
Después de sobrevivir a la Segunda Guerra, Raquel pasó por Hungría e Israel. En 1952 viajó a Bogotá y 9 años después se radicó en la capital vallecaucana.
‘Mañana’. Esa palabra le ha punzado el corazón y la memoria a Raquel Gedallovich durante los últimos 70 años, de los cuales ha vivido más de 60 en Colombia. (Artículo relacionado: Auschwitz: a siete décadas del peor horror)
“¿Cuándo la vuelvo a ver?”, le preguntó su madre, Débora Schlomovich, a un miembro de la SS, la fuerza más temida al servicio de Adolfo Hitler. Era una mañana de abril de 1944.
“Mañana”, le contestó el soldado a la señora, que seguía aferrada a tres niños pequeños y a su esposo, Bernardo Moskovich, un campesino que sembraba frutas, mientras veía cómo los nazis se llevaban a Raquel. (En fotos: Sobrevivientes de Auschwitz son retratados 70 años después de su liberación).
La familia acababa de poner los pies en el campo de concentración de Auschwitz, a unos 40 kilómetros de Cracovia (Polonia). Raquel nunca olvidó el ruido que producía el traqueteo del vagón sin ventanas en el que viajaron tres días seguidos; tampoco, el asfixiante olor que salía de la cubeta dispuesta para las deposiciones, que se volcaba con frecuencia por el movimiento del tren. En ese ambiente nauseabundo, cientos de hombres y mujeres apretujados temblaban por su suerte, sin poder sentarse siquiera. (Lea también: 'Al final siento que ganamos').
Ella era alta y parecía fuerte. Por eso, cree Raquel, la SS la separó de sus progenitores y de sus tres hermanos, de 7, 9 y 11 años. Sus tíos, abuelos y algunos primos también fueron llevados a ese campo de concentración en el mismo tren, al que llamaban ‘el último de la vida’.
“Yo tenía 13 años cuando llegamos a Auschwitz, pero parecía de 15. Quizás los alemanes pensaron que sería útil”, dice ahora la mujer de 83 años, en la sala de su apartamento al norte de Cali.
Años antes de llegar a ese campo de exterminio, su vida era como la de cualquier niño: pasaba el tiempo jugando con sus hermanos menores, en una casa de un solo piso, en una vereda de los montes Cárpatos, en lo que hoy es Ucrania. “El nombre es tan enredado que ya no sé cómo escribirlo”, se excusa la octogenaria, a quien la madurez le llegó de un solo tajo cuando los alemanes se esparcieron por la región y su familia tuvo que abandonar el hogar para ocultarse en el refugio que un tío construyó en su finca. “Era una especie de búnker. Había un árbol grande en la entrada y se bajaba a un sótano”, describe con la voz gruesa que la caracteriza.
‘Habría hecho lo mismo’

"A pesar de todo lo que me ha pasado, me siento afortunada", escribió Raquel hace diez años en el libro 'Silencios', de la artista caleña Érika Diettes, al que pertenece esta imagen.
Pero el miedo era tan grande que el administrador de la hacienda los entregó, a comienzos de 1944. “El que ocultara judíos sería fusilado, alertaron. Lo entiendo, yo habría hecho lo mismo –admite–. Todos les temían a los nazis. Nos llevaron a un gueto en Checoslovaquia, donde permanecimos encerrados durante días, sin poder ver la calle porque las ventanas estaban pintadas. Nadie sabía qué iba a pasar con nosotros. Vivíamos asustados”.
Luego vino el tren, el mismo que se detuvo cerca de Cracovia, como para que Raquel y los suyos vieran cómo se elevaba una espesa columna de humo a lo lejos. Era el rastro de los hornos crematorios de Auschwitz, un campo de exterminio con cámaras de gas que simulaban ser duchas.
Una de las primeras cosas que vio al llegar a esa fábrica de cadáveres fue un letrero en el que se leía Arbeit macht frei (El trabajo los hará libres). “Eso decían los alemanes”. Raquel se ríe, a pesar de sentir de nuevo ese dolor que le hunde el pecho al hablar de su pasado. Nunca ha dejado de reír, ni siquiera por su reciente hospitalización, ni después de la pérdida de José, el menor de sus tres hijos, que sufrió un infarto y falleció en noviembre.
Tras un breve silencio, vuelve a recordar a ese soldado que no se conmovió ni un ápice por la separación de su familia: “Las últimas palabras que le escuché a mi mamá fueron esas: ‘¿Cuándo la vuelvo a ver?’. Se quedó con la sensación de que sería mañana, pero no fue así. Ese día que llegamos se los llevaron a los crematorios. Pero ni yo ni los demás niños entendíamos que los nazis matarían a nuestras familias. Lo entendí años después... Luego de que nos bajamos del tren caminé por una calle larga, con 32 bloques a lado y lado, que se distinguían con letras. Yo estaba en el C. Creo que había miles de judíos. Nos dieron una sola muda de ropa, pero después vino la de rayas; es por eso que no me gustan las rayas. Luego nos raparon la cabeza”.
“Había dos bloques para las niñas: el 8 y el 12. A mí me pusieron con las del bloque 8. Y había un patio a donde nos llevaban para cantar canciones en honor a Hitler”, se lamenta.
Raquel abre mucho más sus ojos oscuros, que contrastan con su cabello blanco, y agrega: “Cuando iban personas a visitar el lugar, la gente de la SS nos ordenaba que dijéramos que estábamos bien cada vez que nos preguntaran. Más adelante supe que eran de la Cruz Roja”.
Entonces se toma el antebrazo y explica: “A muchos los marcaron con cinco números en el brazo derecho, pero a mí no, porque no me pusieron en una fábrica”.
Se estremece cuando piensa en las compañeras con las que compartía las literas de tablas, sin colchones ni sábanas. Si una se movía hacia un lado, las demás también tenían que hacerlo, por la falta de espacio. “A algunas se les quitó la menstruación. Pienso que les ponían algo en la comida”, especula.
Las embarazadas tenían pocas probabilidades de sobrevivir y los recién nacidos eran asesinados, algunos a golpes y otros, ahogados. “Yo tenía una prima. Ella llegó con un bebé en brazos y se lo quitaron. Nunca lo volvió a ver”, cuenta. Las enfermedades no faltaban y a quienes las adquirían se les recetaba la muerte: “El que estaba enfermo era llevado a los crematorios, pero yo no sabía que estaban en ese sitio de donde salía el humo. Lo supe mucho después. Yo, por fortuna, no tuve ninguna enfermedad. He sido muy sana”.
“No nos daban toallas y al jabón lo llamaban ‘Sangre judía’. Cuando veía el humo a lo lejos, la joven que nos cuidaba decía: ‘Allá están quemando a nuestros hermanos’. También había una muchacha, de 16 años, que nos vigilaba para ir al baño; íbamos cuando ellos decían que fuéramos y teníamos que sentarnos sobre un polvo de cloro. De no hacerlo, nos exponíamos a que nos dieran latigazos”, relata Raquel.
Por lo general, en estos campos se vivía con hambre: “Pasaban con una olla por cada litera. La ponían frente a nosotras y todas tomábamos de allí, pero sin cubiertos. Las primeras se quemaban, porque era muy caliente, y las que quedaban de últimas casi que vomitaban la comida por lo fría que estaba. La papa estaba sin pelar, al igual que la remolacha, y nos daban un pan incomible que sabía a aserrín; era una comida para cerdos. Nos sentíamos como ganado”.
Así transcurrieron seis meses en Auschwitz, pero para ella, lejos de sus parientes, fue toda una vida. Todo el tiempo se preguntaba cómo estarían.
Pasó por tres campos
Después de esa temporada en el infierno fue trasladada a otro campo de concentración, en Núremberg (Alemania), donde estuvo poco tiempo. Luego fue llevada al de Holleischen, en Checoslovaquia, donde la comunidad judía era utilizada en fábricas de armamento. “Siempre mantuve la esperanza de que mi familia estuviera viva –subraya la sobreviviente–. Nos liberaron el 5 de mayo de 1945. Fueron los americanos (estadounidenses). Después de la guerra me enteré de que mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos y algunos primos estaban muertos”.
Raquel anduvo errante durante meses, hasta que contactó a una agremiación judía que la ayudó a llegar a Budapest, la capital de Hungría.
Posteriormente pasó al recién creado Estado de Israel, donde hizo un bachillerato acelerado. “Era cerca de Tel Aviv –recuerda–. Allí estuve un tiempo, hasta que llegó mi primo Moisés Gedallovich, que logró salir de Europa antes de que empezara la guerra (1939). Se marchó a Colombia porque en Bogotá vivía un cuñado. Pudo llegar con papeles de un tío, pues se parecían mucho. Cuando ya tenía unos 20 años nos vimos en Israel, a donde había llegado para buscar novia (risas)”.
Los primos se enamoraron y un rabino los casó. En 1952, decidieron viajar a Colombia. Hasta 1961 vivieron en Bogotá, donde su esposo tuvo una joyería.
Debido a los problemas de salud de Moisés, amigos les aconsejaron dejar la altura de la capital e irse al Valle. En Cali montaron un almacén de calzado y terminaron de criar a sus tres hijos. “Mi hija vive en Israel y el otro hijo que me queda, en Bogotá”, anota.
También tuvo seis nietos y 13 bisnietos, cuyas fotografías exhibe orgullosa en su apartamento, que comparte con una empleada que la cuida.
“Me casé con un hombre maravilloso que ya murió. Tuve un matrimonio feliz”, afirma en medio del dolor que le producen los recuerdos de la Segunda Guerra y que se mezclan con el luto por su hijo. “Pero a pesar de eso, río. Es un defecto de fábrica”, sentencia antes de soltar una carcajada.
Raquel piensa que es importante, tanto para ella como para los demás sobrevivientes del Holocausto, que el mundo nunca olvide la ignominia a la que fueron sometidos. “Soy muy creyente –confiesa–. Dios y la juventud me permitieron seguir adelante, pero ya casi no me gusta hablar de mis recuerdos”. Como ese que sigue clavado en su corazón, aquella frase que le escuchó al soldado nazi sobre un ‘mañana’ que nunca llegó.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cali.

miércoles, 28 de enero de 2015

Franz Kafka



Cascar una nuez no es realmente un arte, y en consecuencia nadie se atrevería a congregar a un auditorio para entretenerlo entonces ya no se trata meramente de cascar nueces. O tal vez se trate meramente de cascar nueces, pero entonces descubrimos que nos hemos despreocupado totalmente de dicho arte porque lo dominábamos demasiado, y este nuevo cascador de nueces nos muestra por primera vez la esencia real del arte, al punto que podría convenirle, para un mayor efecto, ser un poco menos hábil en cascar nueces que la mayoría de nosotros.

Marga Gil Roësset

Ya no puedo vivir sin ti, Juan Ramón

El conmovedor diario de la escultora Marga Gil, que se enamoró en secreto del poeta y Nobel español, se publica 83 años después de quitarse la vida

Marga Gil Roësset, pintora y escultura española, en 1932. /EL PAÍS
“No lo leas ahora”. Fueron las últimas palabras que Marga Gil Roësset dijo a Juan Ramón Jiménez, en la casa del poeta en la calle Padilla, de Madrid, mientras dejaba sobre su escritorio una carpeta amarilla. Guardaba la revelación de su amor imposible por él, que la había llevado a una decisión fatal. Marga salió del despacho del escritor, fue a su taller, en el que había trabajado en los últimos meses, y destruyó todas sus esculturas, excepto un busto deZenobia Camprubí, la esposa de su amado. “No lo leas ahora”… Abandonó el lugar para cumplir el destino que había previsto. Pasó primero por el Parque del Retiro; luego tomó un taxi hasta la casa de unos tíos en Las Rozas y allí se disparó un tiro en la sien.
Era el jueves 28 de julio de 1932. Ella tenía 24 años; él, 51. Ocho meses antes había conocido al poeta y a su esposa, con quienes entabló una sincera y afectuosa amistad. Pero en la joven pintora y escultora, a quien Juan Ramón y Zenobia llamaban “la niña”, también se desató en silencio una pasión amorosa no correspondida. Amenazadora. Hasta que ese amor colonizó toda su vida y la convirtió en tragedia.
“…Y es que…
Ya no puedo vivir sin ti
…no… ya no puedo vivir sin ti…
…tú, como sí puedes vivir sin mí
…debes vivir sin mí…”.
Ese deseo lo plasmó con su letra angulosa en una de las hojas de la carpeta que entregó a Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Las escribió en las últimas semanas de ese verano. El autor le hizo caso. “No lo leas ahora”. Un poco de sombra cubrió su corazón para siempre. Un poco de luz salió de allí para su obra poética. Ese otoño del 32, él quiso rendirle homenaje publicando el manuscrito del diario de Gil, pero no pudo. En 1936, salió casi inesperadamente al exilio por la Guerra Civil. Ochenta y tres años después del suicidio de Marga Gil y de la voluntad de Juan Ramón Jiménez (JRJ), ese deseo del poeta se convierte ahora en realidad. Se titula Marga. Edición de Juan Ramón Jiménez y está editado por la Fundación José Manuel Lara. Suma un prólogo de Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos de JRJ; un texto de Marga Clarck, sobrina de la artista, y escritos del poeta y su mujer sobre Marga Gil. Un relicario literario acompañado por facsímiles de las anotaciones de la escultora y varios de sus dibujos y fotos.
Una de las páginas del diario de Marga Gil Roësset. / EL PAÍS
Amor, silencio, alegría, desesperación, amor. El desconcierto se plasma en la nota que la joven dejó a Zenobia Camprubí: “Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y aunque querer… y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos, pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural… que si te dedicaras a ir únicamente con personas que no te atraen… quitarías todo peligro… pero eso es estúpido”.
Esa confesión figuraba en aquel diario extraviado tantísimos años. Desde 1939, cuando tres asaltantes —Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís— robaron la casa de JRJ mientras se hallaba en el exilio. El poeta, quien ganaría el Nobel de Literatura en 1956, siempre estuvo inquieto por el destino de esos documentos. Siempre preguntaba por ellos a su gran amigo Juan Guerrero. Lo recuerda Carmen Hernández-Pinzón, hija de Francisco, sobrino del autor deEspacio y representante de sus herederos. Parte de ellos fueron divulgados en 1997 por el diario Abc. El suicidio de Gil afectó mucho a JRJ y a su esposa. “Los dos quedaron muy abatidos, y él no quiso escribir durante un tiempo. Nunca la olvidaron”, dice Carmen.
Ese “No lo leas ahora” es un asomo al amor que revitaliza la vida y, a su vez, esteriliza a quien no es correspondido, mientras vive de migajas secretas que son el triunfo de su existencia:
“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta…
…porque voy a tu lado”.
Ahora todos lo saben. Y ella fue más que ese feliz y fatal susurro amoroso. “Quiero que se la conozca como la genial artista que fue y sigue siendo. Muchas estudiosas y especialistas en las vanguardias del siglo XX han dedicado su tiempo a investigar su obra”, cuenta Marga Clarck. La publicación del diario le parece importante, ahora que la figura de su tía se empieza a reconocer. Confía en que sirva “para que ella pueda navegar sola porque su obra es muy potente. Y Juan Ramón quería que ella pasara a la historia como artista”.
El poeta lo sabía. Ese amor desconocido era parte feliz de su vida, aunque no lo pidiera. Era suyo, también. Un rincón de su casa lo inmortalizó. Tras la muerte de Marga, mandó hacer un aparador de roble sobre el que puso el busto de Zenobia esculpido por “la niña”. La cara del amor de su vida cincelada por la mujer que no soportó vivir sin él.

¿Por qué cooperamos y por qué no cooperamos?


El pensamiento apocalíptico cada vez es más frecuente en mucha gente[1],[2],[3] y no es para menos. Si estamos socavando las bases de la vida (desesperanza), somos una de las especies más vulnerables a pesar de nuestra extraordinaria adaptabilidad (esperanza), que no es nada, por ejemplo, comparada con la de las bacterias como ya hemos visto (modestia).
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¿Por qué cooperamos y por qué no cooperamos?

La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron y se hicieron más complejas asociándose a otras, no matándolas. Lynn Margulis [4]
La antigüedad evolutiva de la empatía hace que me sienta extremadamente optimista (…). Es un universal humano. (…) De hecho yo diría que la biología constituye nuestra mayor esperanza Frans de Waal [5]
La imposibilidad de que nuestros pies de hoy coincidan exactamente con las huellas que imprimieron ayer no puede ser siempre una excusa para no desandar lo andado Jorge Riechmann [6]
La historia no tiene sentido sin la prehistoria, y la prehistoria no tiene sentido sin la biología Edward O. Wilson [7]
Primera parte: Por qué es posible otro mundo
Publicado en Ecoportal el 15.2.2011 con el título de ¿Por qué cooperamos? :
Segunda parte: Entonces, ¿por qué vivimos próximos a la extinción [8]?
Si tantos argumentos y propensiones tenemos para ser pacíficos, solidarios y cooperativos, ¿por qué no cooperamos?
Una de las razones es la de la interiorización de nuestras verdades rotundas procedentes de parte del imaginario colectivo occidental. Una rama de este pensamiento occidental está anclada en la idea de la naturaleza al servicio de los seres humanos y en la del gen egoísta, y sostiene que la maldad y el egoísmo dominante es intrínseco del homo sapiens sapiens. Es la figura del homo economicus, individualista y que va a lo suyo con apetencias maximizadoras, que sostiene todo el edificio teórico de la economía neoclásica-capitalista. Como decía Simone de Beauvoir[9] : “este mundo es un mundo de pillos y de tontos, presa de agitaciones desprovistas de fines y de sentido. El hombre es un animal maléfico y estúpido” Y un autor moderno [10] , que se supone progresista, escribía no hace mucho que: “Con estos tres experimentos, las conclusiones son obvias. El chimpancé es una especie que por mucha hambre que tenga mayor es su mezquindad. Que los pocos bonobús que aún viven (…) saben de altruismo y de buen vivir. Y que el ser humano desciende del chimpancé” . Claro, que la insigne Beauvoir añadía a sus comentarios: “Esta es la filosofía de los pensadores de derecha”.
No obstante se mantiene la perplejidad, porque “es irónico que los últimos avances de las ciencias humanas subrayen nuestra capacidad para cooperar, nuestra preocupación por el bienestar de los demás y nuestras inclinaciones altruistas, precisamente en una época en la que todos tenemos pruebas más que abundantes del daño que los seres humanos pueden infligirse mutuamente” [11,12]
Como hemos visto otro mundo es muy posible, pero si seguimos así ( business as usual) lo más probable es la autodestrucción de la especie humana tal como ya ha ocurrido con más del 95% de las especies vivas que han habitado este planeta, o cuanto menos una sucesión de catástrofes y sufrimientos inimaginables.
El pensamiento apocalíptico cada vez es más frecuente en mucha gente [13,14,15] y no es para menos. Si estamos socavando las bases de la vida (desesperanza), somos una de las especies más vulnerables a pesar de nuestra extraordinaria adaptabilidad (esperanza), que no es nada, por ejemplo, comparada con la de las bacterias como ya hemos visto (modestia). Quiere esto decir que la vida nos sobrepasará aunque nos creamos dioses o elegidos por Dios. “ Nuestra civilización ´postmoderna´ se las arreglaría perfectamente sin Microsoft, sin cajeros automáticos y sin Internet, pero se desintegraría en unos cuantos años sin abonos nitrogenados sintéticos y se desplomaría en unos meses sin proliferación bacteriana”[16] . O más explícitamente aún: “los organismos del microcosmos son el pilar en que se apoya la biota entera, ya que su red de intercambio global afecta, en última instancia a todos los seres vivos... (ellos) han estado utilizando estas técnicas miles de millones de años dando como resultado un planeta que ha llegado a ser fértil y saludable para formas de vida de mayor tamaño gracias a una supraorganización de bacterias que han actuado comunicándose y cooperando a escala global (...) No existen pruebas de el ser humano sea el supremo administrador de la vida en la Tierra, pero existen en cambio pruebas para demostrar que somos el resultado de una recombinación de poderosas comunidades bacterianas con una historia de miles de millones de años” [17]
Por eso, una de las fuertes razones de este mal camino que llevamos es justamente el habernos creído por encima y al margen de la naturaleza, como si no la necesitásemos. El famoso economista y premio Nobel, Solow, lo expresaba así de taxativamente: “ el mundo puede continuar, de hecho, en ausencia de recurso naturales, por lo que el agotamiento de estos constituye un acontecimiento y no una catástrofe” [18]
La realidad es sin embargo la siguiente: “dos tercios de los servicios de los ecosistemas planetarios están deteriorándose, la pérdida de biodiversidad alcanza una tasas estimadas en unas 1.000 veces superiores a las preindustriales, el consumo global de materiales, energía y residuos ha seguido aumentando en las últimas décadas y la concentración del CO2 en la atmósfera se acerca a 400 partes por millón”[19] (desde las 280 de la era preindustrial). Añadamos a este panorama los más de mil millones de personas que pasan hambre en el mundo (hambre de calorías pues hay más con hambre cualitativa), a los que se suman las más de 800 millones sin agua potable, Y si añadimos la brecha creciente de desigualdad entre países pobres y ricos[20] , el panorama final es desolador.
Y en esta dependencia absoluta que la especie humana tiene de la naturaleza (sus ecosistemas, sus recursos, sus procesos y sus leyes) para subsistir (alimentos, agua, aire, clima, reciclaje de nutrientes, fotosíntesis, etc.) nos lleva a lo que los economistas ecológicos han formulado como el teorema de la imposibilidad. Dice así: resulta inviable - a la luz de las ciencias de la naturaleza- generalizar a escala planetaria los patrones actuales de vida de las metrópolis del capitalismo.[21]
Algunas “tesis” explicativas de nuestro atolondramiento, y algunas alternativas
Primera tesis: estamos acercándonos al borde de la extinción porque la humanidad ha olvidado su dependencia de la naturaleza y por ende ignora su carácter finito y entrópico. Tesis profética.
Segunda tesis: nos creemos a nosotros mismos como si fuésemos dioses o al menos (algunos, Occidente en la actualidad) como un pueblo elegido, con un destino manifiesto, por tanto libres de peligros supremos. Esto es lo que se conoce como la falacia de la sustitución sin fin y “toma cuerpo en la creencia caprichosa de que cualquiera que sea el problema ´inventaremos´siempre algo”[22] . Tesis prometéica.
Tercera tesis: el decrecimiento global en usos de materia energía y contaminación es imprescindible y la única perspectiva humana razonable es la de un horizonte económico estacionario[23] , dependiente del sol e imitando a la biosfera. Hacia la “Gran Comuna Biosférica del Siglo XXII” que ha cantado Jorge Riechmann. El crecimiento que tanto se pregona como salida a las crisis, salvo coyunturalmente, es una vía muerta. Tesis solar.
Cuarta tesis: el capitalismo en el que vive una parte importante de la población (no todo el mundo) y que domina el planeta es intrínsecamente expansivo y lo hace de forma exponencial, es decir duplica cualquier variable en 35 años creciendo a un modesto porcentaje anual del 2% (incremento que si se refiriese al PIB, apenas permitiría aumentar el empleo existente).
Esta tesis queda muy bien ilustrada con lo que está ocurriendo con la economía financiera, ella sí puede crecer exponencialmente. Así, en la actualidad se calcula que el tamaño de derivados y otros título en el mercado alcanzan unas veinte veces el PIB mundial, unos 1.200 billones de dólares (20 veces el PIB mundial). Pero como esta masa de papeles supera toda regulación y previsión la incertidumbre del sistema se torna inquietante, apocalíptica[24]. E igualmente se puede ilustrar con lo que ocurre con la concentración de poder económico-político en manos de las multinacionales. Tesis exponencial.
Quinta tesis: el afán de lucro y el criterio de maximización del capital son incompatibles con la necesaria sociabilidad y comunidad de los seres humanos. Al igual que la idea de un mercado autorregulador. [25]Tesis ecosocialista. 
Sexta tesis: la cooperación, la empatía [26], la equidad y la vida en común son constitutivos del ser humano (neuronas espejo, ojo solidario, filogenia mamífera, empatía, la ausencia de colmillos desarrollados como en nuestros parientes los primates, etc.) por lo que la sociedad no puede reducirse a sumas de individuos agrupados (muchedumbres solitarias), ni en la teoría (individualismo metodológico, reductivo, parcelario y disyuntivo) ni en la práctica (egoísmo, competitividad y propiedad privada universal). Tesis comunalista.
Séptima tesis: No se cumple en la historia esa idea del progreso según la cual la humanidad camina hacia un punto omega de civilización superior y en la que todo tiempo pasado fue peor. “Si adoptamos un criterio medioambiental nuestra sociedad es una catástrofe a punto de estallar. Si hablamos de un progreso espiritual se podría decir que atravesamos una fase regresiva. Existen pocas pruebas de un progreso envalores a escala mundial, a pesar de que Occidente esté dominado por afirmaciones que apuntan a lo contrario” [27]. Por no hablar de la acumulación de armas de destrucción masiva, en manos de una decena de países, que pueden aniquilar a la especie humana una cuantas veces. Por todo ello se podría afirmar que estamos como humanidad en su peor momento histórico, respecto a la mayor parte- no a todas- de las cosas que interesan a la vida y a la buena vida. Tesis retroprogresiva.
Octava tesis: hemos equivocado la vía del conocimiento y la sabiduría. Hay que pasar de un método parcelario de conocer (“dividir las dificultades en tantas parcelas como se pueda” según recomendaba Descartes) a un abordaje sistémico que incluya las relaciones, las propiedades emergentes (es el “tengo por imposible el conocer las partes sin conocer el todo” de Pascal) y las retroalimentaciones de lo real. Hay que introducir el entorno o el contexto (todo pensamiento debe ser ecosistémico). Hay que aceptar el principio de incertidumbre y aplicar como correctivo el de precaución. Hay que introducir al sujeto en la vía del conocimiento. Hay que acabar con la tiranía aritmomórfica (el mundo no está escrito en caracteres matemáticos, contra lo que opinaba Galileo) y el limitar lo conocible a lo mensurable. Hay que recuperar y oír a los saberes vernáculos. Hay que introducir la ciencia con conciencia y la ciencia con la gente. Morin, en su magna obra “El método”, ha propuesto esta vía de pensamiento complejo, rescatando su sentido etimológico procedente del latín complexus: “lo que está tejido junto”. Tesis complexus.
Novena Tesis: hay que desandar lo andado. De ahí que podamos (y debamos) aprender de las sociedades recolectoras-cazadoras de la edad de Piedra. Como dice Morin en su último libro “hay que repensarlo todo. Debemos volver a empezar”, pero como la flecha del tiempo apunta hacia el futuro esto significa que “así el mundo evolucionaría en espiral, volviendo parcialmente al pasado (es decir a los campesinos, los pueblos y los artesanos) para proyectarse mejor hacia el futuro”. Esto significa avanzar en una vía mestiza “que incorporase lo mejor de las culturas arcaicas, lo mejor de las culturas tradicionales y lo mejor de la modernidad occidental” [28]. Tesis “primitivista”.
Décima tesis: somos una humanidad, especialmente la impregnada de valores occidentales, orgullosa sin causa. (“Si bien toda cultura es etnocéntrica solo la occidental es etnocida, (es decir) ha realizado la destrucción sistemática de modos de vida y pensamiento de gentes diferentes, (…) por que Occidente se considera a sí mismo y quiere ser la civilización” [29]). Las tesis del darwinismo social, después llamado “evolucionismo cultural”, sostienen que existen sociedades avanzadas y atrasadas en la evolución humana (por ejemplo, hay países desarrollados y subdesarrollados o, lo que es peor, en vías de desarrollo), y las primeras tienen derecho a dirigir y dominar a las segundas, igual que los animales más adaptados sobreviven y sus especie se perpetúa y las demás se extinguen. Esta teoría se presenta como “científica” y ha tenido un éxito enorme, que persiste y que ha dado lugar a todo tipo de racismos, al considerarse una sociedades superioras a las otras y por tanto unas étnias, en especial la blanca, por encima de las demás.Tesis antropo-etnocéntrica.
Undécima tesis: la concentración y separación del poder (el Estado burocratizado sin control popular y las multinacionales) son incompatibles con la democracia del pueblo. Tesis libertaria.
Duodécima tesis: los ideales de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad siguen vigentes pero son incompatibles con el patriarcado en todos su grados, la hegemonía del capital y el control de los media por unos cuantos magnates. Tesis francesa.
Las sociedades de la Edad de Piedra
A la vista de la ambigüedad humana (fuerte empatía frente a demoledoras experiencias de matanzas) cabe esperar épocas en que los asuntos humanos estuviesen más del lado de lo más constitutivo de nuestra especie: la cooperación, el afecto y la vida en común.
Y, efectivamente, podemos afirmar que existió esa época (o épocas), que existió ese “paraíso” y de ahí la nostalgia histórica del mismo, expresada en muchos mitos: la Biblia, Hesiodo, Ovidio, Cervantes, Milton, etc. [30].
Nos referimos a los más de 150.000 años en que el homo saspiens era principalmente una sociedad recolectora, cazadora y carroñera.
Una fuente importante para saber cómo eran nuestros antepasados ha sido el conocimiento de las sociedades cazadoras-recolectoras modernas. Aunque desde muchos años estas sociedades han sido muy influenciadas en sus contactos con las sociedades agrarias e industriales, tenemos muchas noticias de exploradores, viajeros, aventureros, misioneros y antropólogos que han conocido estas sociedades antes de su “contaminación”. Disponemos también de hallazgos arqueológicos de herramientas, restos humanos, asentamientos, pinturas etc., que nos dan valiosa información adicional. Y, por último, algunos estudiosos mantienen la hipótesis de que estas sociedades primitivas originarias tenían un índice de cambio muy pequeño [31], por ello las comparaciones cuidadosas entre los grupos de cazadores-recolectores prehistóricos y los de la época moderna pueden ser muy valiosas[32,33]. Las tesis materialistas y de ecología evolutiva de Harris confirman el conservadurismo primitivo, que mantiene que “variables similares, bajo condiciones semejantes, tienden a producir consecuencias similares, (lo cual no quita) que todos seamos responsables de nuestra contribución a la historia” [34].
En la era paleolítica al igual que en la de los imperios antiguos la regla fue de poblaciones estacionarias, de crecimiento cero, y se puede arriesgar la cifra de entre 800.000 y un millón de habitantes (otros autores hablan de cuatro a ocho millones, en todo caso con unas tasas de crecimiento demográfico insignificantes [35]), comprendida entre hace 150.000 años y 10.000 [36]. Igualmente el índice de innovación tecnológica hasta el 40.000 a. C. fue muy bajo en comparación con lo que vino después [37]. Por ejemplo, los bifaces fueron usados por los humanos en una enorme extensión geográfica durante casi un millón y medio de años, hasta 200.000 años antes del presente.[38]
Este aparente “estancamiento” no quita que en el curso de la humanidad haya habido múltiples cambios y muy variadas culturas [39] porque “la transformación no ha sido unilineal ni forzada por ninguna ley predeterminada, al margen de la voluntad de los propios seres humanos, sino multilineal y en buena medida azarosa” [40]. Así, si se da por buena la cifra de un millón de habitantes hace 10.000 años, podrían existir entonces unas 2.000 diferentes culturas coexistiendo en el planeta, expandidas en cientos de miles de pequeñísimas unidades en el nivel de bandas [41] (25 individuos de promedio), móviles, no sedentarias, con poca aunque suficiente comunicación, en el nivel de tribus, para mantener viva su propia lengua, esparcidas por todo el vasto panorama terrestre, en muy variados hábitats naturales. Todo esto no es óbice para que junto a múltiples contrastes, estas sociedades cazadoras-recolectoras presenten una gran similitud en muchos aspectos culturales[42].
E igualmente, cabe suponer que estas sociedades arcaicas no están en completo aislamiento, porque si hemos de aprender de las sociedades extractivas contemporáneas, hay evidencias que de éstas han tenido relaciones comerciales desde hace miles de años.[43]
Este periodo es muy importante porque en el 95% de su historia la especie humana ha vivido en este tipo de sociedades conocidas también como extractivas o cinegéticas. Y en la actualidad subsisten aún más de mil culturas que viven según este sistema de apropiación, aglutinando una población en torno a 500.000 personas que presenta una gran diversidad cultural: identificadas por su lengua conforman unos mil pueblos que representan una sexta parte de la riqueza cultural del mundo[44].
Con estas premisas podemos describir los elementos comunes a estas variadas sociedades cazadoras –recolectoras o extractivas.
Se trata de sociedades con fuertes vínculos de parentesco y en las que la posición de la mujer y el hombre no está muy desequilibrada, no hay matriarcado pero tampoco patriarcado. Eso sí, existe una diferenciación sexual el trabajo: la mujer recolecta y cuida la “casa” y el hombre caza, pero la mujer aporta cerca el 80% de los alimentos que se consumen, que son vegetales. Por eso se ha propuesto con razón que se les llame sociedades de “recolectoras-cazadores”.
La economía está destinada a obtener el sustento necesario, por eso el tiempo dedicado a la misma no sobrepasa las de 2 a 3 horas diarias [45], el resto del tiempo es de ocio y de relaciones sociales. “Es la gente del mundo que tiene más tiempo libre”.[46] Se trata de las primeras sociedades de la abundancia al decir de Sahlins. Más parecidas a los bonobos que a las sociedades de chimpancés, como también veremos para el caso de la guerra. 
Tienen una buena dieta alimenticia por lo que, en general gozan de muy buena salud: buena comida y suficiente, agua limpia, aire nada contaminado y ausencia total de estrés. Están muy dotados, pues, para hacer frente a las enfermedades infecciosas.[47] 
Los recursos naturales de los que depende la banda son propiedad colectiva o comunal
La igualdad y la democracia son la norma. Lo primero se explica por la práctica hegemónica de la reciprocidad generalizada (”todos dan, todos “toman”) entendida como la disposición universal a dar, esperando la devolución sin tiempo, lugar o cantidad similar a devolver. El trabajo clásico de Marcel Maus [48] sobre el don habla de la obligación de dar, de la obligación de recibir y de la obligación de devolver en el tiempocon demasía. También existe la práctica de la redistribución, según la cual todo lo obtenido en la cosecha y caza es concentrado en un lugar central que administra el “jefe” de la banda o de la tribu repartiéndolo entre todos.
Justamente el denominado “jefe” no es tal como lo conocemos, pues no goza de prebenda alguna, salvo la poligamia (porque la monogamia de facto es lo más frecuente [49]); más bien es aquel que entre los del grupo muestra mayor destreza, generosidad y ejemplaridad, amén de buena oratoria. No es obedecido en ninguna circunstancia, a veces ni en situaciones tan difíciles como la guerra intertribal, y en caso que decepcione a su banda o tribu es despedido. No hay, pues, jerarquía. Se trata de un liderazgo carente de autoridad. [50] De hecho hay antropólogos que sostienen que lo que ocurre es que la sociedad está contra el “estado”, y que esta disposición permanente a evitar la dominación es lo que explica las guerras intertribales.
La guerra externa, contra otras sociedades, es muy rara y existen instituciones como el tabú del incesto que obliga a casamientos fuera del grupo doméstico o banda, con lo que se fomentan las alianzas políticas con los extraños al grupo y con eso se ventila en muchos casos el desencadenamiento de conflictos, o se tiene más fuerza a la hora de padecerlos. Igualmente, instituciones como el potlatch (la fiesta de la distribución y el prestigio) y el kula (una mezcla de comercio y de fomento de buenas relaciones)[51] sirven para evitar los conflictos armados [52].
La tesis de Clastres, que ha estudiado especialmente las sociedades amazónicas, mantiene que estos grupos primitivos están en disposición de guerra permanente para preservar su identidad[53] , tal es la importancia que le dan a la autonomía y a la cultura del grupo propio. No obstante existe la “visión ampliamente aceptada es la de que muchas sociedades cazadoras -recolectoras tenían no solo bajos niveles de guerra, sino también una considerable paridad sexual,… (guerra y desigualdad) que aumentaron con el desarrollo de la agricultura y del Estado.” [54]
La esperanza media de vida al nacer se calcula alrededor de los 33 años [55], contradiciendo en parte lo dicho con anterioridad sobre la “buena vida” de que gozan, pero esto tendrá mucho más que ver con la alta tasa de mortalidad infantil [56] (incluido el infanticidio directo o el sobrevenido por abandono). Aunque estudios actuales sobre los ¡kung, pueblos cazadores-recolectores que viven en el desierto de Kalahari, muestran que el 10% de ellos tiene más de 60 años (comparado con el 5% de países agrícolas como India o Brasil) y los exámenes médicos demuestran que gozan de buena salud [57].
Pero con el paso a la agricultura aumenta la tasa de mortalidad debido a un empeoramiento en la calidad y cantidad de los alimentos, como lo demuestran los tamaños de los restos de esqueletos en los que se ve que la estatura disminuye y la fortaleza ósea y el estado de los dientes empeora cuando los cazadores se hacen agricultores [58].
La solidaridad entre los miembros del grupo es proverbial, tal es el caso de la calavera desdentada. En 2005, en los yacimientos fósiles de Dmanisi (Georgia) apareció el cráneo de un homínido de cerca de dos millones de años, correspondiente a un individuo de unos 60 años que había perdido todos los dientes mucho antes de morir. Este anciano desdentado tuvo que ser forzosamente alimentado por sus familiares, quizá masticándole previamente la comida, “primer testimonio directo conocido de comportamiento altruista y solidario entre homínidos que nos precedieron” [59]. Porque lo que más debió influir en la ventaja evolutiva del homo erectus (c. 2 millones de años) fue su comportamiento social más cooperativo [60].
La economía no era una actividad independiente de los lazos, reglas y normas sociales, era un todo con ellas, estaba “incrustada” en la cultura. El intercambio era muy limitado ya que se trataba de grupos muy autosuficientes, en todo caso la institución del trueque y el dinero aparecieron pronto pero no así la del mercado, entendido como mecanismo formador de precios [61].
La cosmovisión de estas sociedades era muy “panteísta” y por tanto con un gran respeto a la naturaleza de la que extraían todo lo que necesitaban y a la que apenas transformaron, como ocurriría después con las sociedades agrarias e industriales. Igualmente, para explicar los fenómenos “tremendos y fascinantes” como la muerte y las expresiones más violentas de la naturaleza, optaron por el animismo, esa creencia de ver en todo algo invisible llamado “alma”, con vida propia, y que para bien o para mal los protege o los acecha. De ahí su concepto de enfermedad y la institución de chamanes o brujos como mediadores entre esos dos mundos.
No son salvajes. Su cultura es rudimentaria en cuanto a tecnología y complejidad social, “pero en otros aspectos están elaborada como la nuestra” [62]. No existe el individualismo, pero el individuo adulto participa más plenamente de cada aspecto de la cultura que los de sociedades más complicadas. Tan es así que Elman Service acaba su libro diciendo que “la historia de la civilización podrá muy bien ser descrita como la historia de la alienación del hombre” [63].
Y como hemos dicho, con población y tecnología estacionaria, con unas tasas de invención muy bajas, pero sin embargo aparentemente más felices que las sociedades posteriores (agrícolas u orgánicas, con el 4% del tiempo de la especie, e industriales, con solo el 1% e nuestro paso como especie por el mundo [64]), y desde luego sin poner en peligro la vida de las generaciones futuras en ningún caso.
La regularidades aquí descritas pudieran hacer pensar que la naturaleza es determinista respecto a la acción humana y que esta se comporta como una especie más dentro del ecosistema, pero no es así, pues como agentes intencionales y desde un punto de vista social, los seres humanos ejecutan procesos cualitativamente diferentes: los conceptos biológicos de predación, forrajeo y territorialidad no son equivalentes a los de caza, recolección, distribución y tenencia que son meta-biológicos. “En condiciones materiales muy similares, los órdenes y fines culturales pueden ser bastantes disímiles 
(…) en un sentido la naturaleza tienen siempre la supremacía (…) pero los hombres no se limitan a sobrevivir. Sobreviven en una forma definida” [65]
Frans de Waal, el gran investigador de los bonobos, los simios más empáticos de todos, nos dice que “ comparaciones recientes de ADN muestran que humanos y bonobos compartimos un microsatélite relacionado con la sociabilidad que está ausente en el chimpancé”; y como en las primeras sociedades humanas debieron de darse condiciones de reproducción óptimas para la supervivencia de los elementos más amables de la especie “ en algún momento la empatía se convirtió en un fin en sí mismo: pieza central de la moralidad humana (por eso) nuestros sistemas morales no están transformando radicalmente el comportamiento humano: sencillamente, potencian capacidades preexistentes”[66]
Tenemos pues unos antecedentes muy prometedores. De ahí la propuesta retroprogresiva y “primitivista” de desandar en parte lo andado.
La caída
La visión panorámica de las sociedades primitivas, junto a los hechos biológicos y antropológicos estudiados, nos permite albergar ciertas esperanzas de que hay alternativa a esta situación de máximo riesgo de la especie, a la vez que nos sugieren que debió de haber una época en que la humanidad cambió y se alejó mucho de estas condiciones generales en las que había vivido, caracterizadas por la integración en su medio, por la simplicidad extrema y por la vida cooperativa , naturalmente no exenta de problemas, contradicciones, perplejidades y maldades. “Hay que reconocer que, sea como sea, nunca existirá una humanidad perfecta (porque) un mundo así hubiese sido una máquina determinista, inmóvil y ciega (…). Es imposible eliminar la dialógica sapiens/demens” [67]. No podemos, pues, esperar el mejor de los mundos pero sí aspirar a un mundo mejor.
Es la hipótesis de “la caída” que explícitamente ha formulado por Steve Taylor, un profesor de la Universidad de Manchester, en un libro reciente del mismo nombre[68].
Esta hipótesis está en la línea de Harris (la guerra y desigualdad aumentaron con el desarrollo de la agricultura y el Estado) o en la Servicie (la historia de la civilización podrá muy ser descrita como la historia de la alienación del hombre), como hemos visto. O como dice Wright “la triste verdad es que hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de las ciudades eran trampas mortales, infestadas de enfermedades, alimañas y parásitos. La esperanza media de vida de la antigua Roma no pasaba de 19 ó 20 años, menos que en la ciudad neolítica de Catal Hüyük, aunque algo mejor todavía que en la región industrial de Birmingham, tan vívidamente descrita por Dickens, donde la media decayó a 17 ó 18 años [69] ”. En todas ellas la esperanza de vida era menor que en la Edad de Piedra.
¿Cuáles considera el autor como causas de esta caída?
En primer lugar el aumento de las guerras a partir de hace unos 4000 años a.C. En efecto, frente a sociedades relativamente pacíficas como las cazadoras-recolectoras estudiadas, la extensión de las guerras aparece en época relativamente reciente entre los humanos (en general es prácticamente desconocida entre animales. No hay ninguna noticia, por ejemplo, de agresión letal entre bonobos [70]). E igualmente, “la mayoría de los hombres carece de instinto asesino, (…) La mayoría de los soldados nunca llega a matar a nadie durante la segunda guerra mundial. Solo uno de cada cinco soldados norteamericanos disparaba realmente al enemigo. La mayor parte de las balas debió dispararse al aire”[71]
También la aparición del patriarcado, fenómeno que es relativamente reciente en la historia de la humanidad ya que muchos pueblos han sido de forma flexible “matrilineales” y matrilocales” (filiación, deberes, derechos, privilegios y lugares de residencia por vía materna), o en todo caso las divisiones eran más bien funcionales (división sexual del trabajo, participación en la guerra, reproducción) y no de hegemonía. Esta “degeneración” de las relaciones entre hombres y mujeres llegó a una de sus máximas expresiones con la “caza de brujas” practicadas en la Edad Media, que como sostiene Silvia Federico esta “persecución de brujas, tanto en Europa como en el Nuevo Mundo fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras” [72].
La tercera de las causas, dice este autor, ha sido que “a partir del siglo 4.000 a.C. la historia de la humanidad se ha convertido en la crónica de la opresión brutal que una minoría privilegiada ha ejercido sobre la inmensa mayoría (…) es decir la existencia de castas y clases inflexibles que disfrutan de grados desiguales de riquezas y privilegios” [73].
Y habría que añadir- que no lo contempla Taylor- la aparición del Estado. El paso de unas sociedades muy celosas de su identidad e igualdad, como ha mostrado Clastres- la sociedad contra el estado-, a otras de poder concentrado y separado. Lo explicita Harris de manera sucinta como sigue. “En seguida, las contribuciones al almacén central dejan de ser voluntarias. Se convierten en impuestos. Se deja de tener derecho al acceso a las tierras cultivables y a los recursos naturales. Se convierte en licencias. Los productores de alimentos dejan de ser seguidores del jefe. Se convierten en campesinos. Los redistribuidores dejan de ser jefes. Se convierten en reyes. Y las jefaturas dejan de serlo. Se convierten en estados” [74]. La aparición de la propiedad privada exclusiva propicia la del estado y viceversa, ya que las desigualdades en el acceso al medio ambiente implican alguna forma de coacción que los políticamente superiores aplican a los inferiores. Concluye Harris: “como todas las sociedades estatales se basan en desigualdades acusadas entre ricos y pobres, gobernantes y gobernados el mantenimiento de la ley y el orden presenta un desafío crítico. En última instancia son la policía y los militares los que mantienen a raya a los pobres y explotados. Sin embargo todos los estados encuentran más conveniente mantener la ley y el orden controlando el pensamiento de la gente. Esto se hace de diferentes maneras, que abarcan desde la religiones estatales hasta los ritos y espectáculos públicos y la educación obligatoria” [75].
Pero, por debajo de todas estas razones, Taylor propone como causa determinante del gran cambio producido una modificación climática hacia el 4000 a.C. que tienen importantes consecuencias sociales. Asunto que es de especial relevancia en la época de cambio climático peligroso en la que vivimos, porque “todavía hoy la supervivencia de toda nuestra civilización depende de unos pocos grados más o menos en la temperatura media del globo”[76]
Desde el final de la última glaciación, en el 14.000 a.C., se inicia una transición de temperaturas medias que culmina en el 6.000 a.C., y que supone un aumento de 10ºC hasta alcanzar la temperatura media que caracteriza al Holoceno. Una transición de cerca de ocho mil años, pero considerada como “rápidas sacudidas térmicas”[77] En el 8.000 a.C. se inicia la denominada “revolución agrícola” que registra, en la llamada por Gimbutas “Vieja Europa”, un periodo de florecimiento entre el 7.000 al 4.000 a. C.[78] (de alguna manera una inercia cultural de la dilatada época de los recolectores-cazadores). Alrededor de este año 4.000 a.C. se produce un ascenso de temperaturas de más dos o tres grados centígrados por encima de la media actual[79] , que es uno de los cambios climáticos y ambientales más importantes desde el final de la glaciación, y esto da lugar a periodos de sequía y desertificación que afectan a extensas zonas del planeta. (Ver gráfico más abajo). A estos lugares se les ha bautizado como “Saharasia” y comprenden el enorme cinturón de tierras áridas desde África del Norte, a lo largo de Oriente Medio, hasta alcanzar Asia Central, que con anterioridad fue una tierra fértil con agua y abundante vida. Como consecuencia sus habitantes se vieron forzados a emigrar a otras tierras. Se inicia así una serie de migraciones de pueblos de pastores nómadas desde las estepas rusas del sur que recibieron el nombre de indoeuropeos o arios [80], idealizados por algunos autores, pero parece que lo que más aportaron fue la destrucción de las antiguas culturas neolíticas, ya milenarias, en donde fueron instalándose. Entre ellas la denominada Vieja Europa.
(En horizontales miles de años en relación a J.C.; en verticales las variaciones de temperaturas respecto a la media actual, en grados centígrados. F = pequeña edad de hielo). Fuente: Demangeot (1989), p.87
La arqueóloga de la universidad de California, Marija Gimbutas, que ha excavado y estudiado esta zona del sureste de Europa, establece en 1986 el siguiente cuadro [81] comparativo entre estas dos culturas:
 Antigua Europa (7.000-4000 a. C.)Invasores indoeuropes (Kurgos) c. 4.000 a.C.
EconomíaAgraria sedentaria (sin el caballo)Pastoril (con el caballo)
HábitatGrandes conglomerados de aldeas, sin fortificacionesPequeñas aldeas con caudillos y fortificaciones
Estructura socialMatrilineal igualitariaPatriarcal, patrilocal
IdeologíaPacífica, amante del arte, mujer creadoraGuerrera, hombre creador
Pero de todas estas hipótesis de grandes cambios culturales, la propuesta más atrevida de Taylor es la que traslada al psiquismo la influencia de estas transformaciones que caracteriza como “la explosión del Ego”, en el sentido de agudizar e intensificar la individualidad respecto a la de las antiguas sociedades. La implantación de las guerras, la pérdida de parte de la solidaridad primigenia basada en el parentesco y en la propiedad común y el distanciamiento de la naturaleza se traduce en un mayor grado de individualización, autoconciencia y ego.
Fruto de estos cambios fueron, como hemos visto, la aparición de la desigualdad social, de la propiedad privada, de las jefaturas y del estado, de las religiones personales monoteístas, del aflojamiento de la vinculación de la sociedad a la naturaleza (antropocentrismo), del patriarcado, de las frecuentes guerras y de la exacerbación del individuo. De una naturaleza que era como una madre que cuida a sus hijos se pasó al mandato de dominarla y someterla contenido en la Biblia. De esta manera empezaba “la caída” o distanciamiento de los valores, hábitos y culturas, que hemos sintetizado más arriba, que habían ocupado la casi totalidad del planeta, en la mayor parte de la historia del sapiens: finalizada la última glaciación, hace unos 14.000 desde el presente, los pueblos cazadores-recolectores eran el 100% de la población mundial; en 1500 d.C. eran ya solo el 1%, y en 1970 eran el 0.001% de los 3.000 millones del planeta [82].
Las tesis de Gimbutas han tenido muy buena acogida en los movimientos feministas pero muy poca en los académicos, por entenderla como propios de la New Age y quizás por falta de pruebas suficientes. En todo caso lo que es evidente que los mismo que critican esta hipótesis no dejan de reconocer que “alrededor de 3100 a.C. la organización de Uruk (que se puede considerar como la primera ciudad de la historia) (…) colapsó como muchas otras discontinuidades bruscas habidas en la larga historia inicial de los Estados, por un periodo de aridez climática ocurrido en la misma época” [83].
Lo que si parece fuera de toda duda es que, en sentido contrario al caso del neolítico de la Vieja Europa, lo que sí se puede considerar como la “caída” de la historia de la humanidad es la sustitución de la ancestral cultura recolectora-cazadora por la denominada “revolución agrícola”, o modo de apropiación orgánico de la naturaleza, y la consiguiente desaparición progresiva de la igualdad, la cooperación, la parsimonia y la propiedad común [84]. Por que fue en el Neolítico cuando las posibilidades de acaparar de forma asimétrica comenzaron realmente. “Una interpretación de la mayoría de los proceso y cambios más importantes habidos en los últimos siglos, como episodios de la larga contienda entre poseedores y desposeídos, es perfectamente posible y aceptada por gran número de investigadores (…). La colonización y las guerras poscoloniales que hoy sufren millones de personas es el último intento de dominar y explotar económicamente el planeta por un grupo muy reducido de personas y empresas, que dada la capacidad destructiva de nuestra tecnología nos pone a todos en el certero peligro de una gran catástrofe, incluso de la extinción como especie”. Así concluye su libro de Prehistoria ya citado el profesor Fernández Martínez, de la Universidad Complutense. (p.286).
Las sociedades desiguales coexistieron (y lo siguen haciendo) con muchas culturas que continuaron con sus instituciones igualitarias y dentro de las mayorías desposeídas se mantuvieron muchos lazos comunitarios [85] y muchos bienes comunales.
El paso desde el régimen señorial al capitalismo tiene como un elemento característico la lucha por el cerramiento de los campos (enclosures) por parte de sus propietarios, cosa que les interesaba mucho porque podían dedicarlo a criar ovejas y vender a muy buenos precios la lana. Se calcula que en Inglaterra, a finales del siglo XVII, un tercio de los poseedores de tierras estaban condicionados por derechos comunes consuetudinarios: espigueo, pastoreo, recolección, agua, paso, etc. Una costumbre llamativa era la de las Lammas-day, que se decía de tierras que eran propiedad privada hasta el 1 de agosto momento en que quedaban sometidas a derechos comunales de apacentamiento hasta la primavera. “Desde la creación del mundo hasta ahora, la segunda hierba pertenece a la comunidad”, se decía en la Revolución francesa de 1789.
Estos cercamientos eran una auténtica revolución de los ricos contra los pobres, por ello hubo muchas resistencias y el proceso que se inició en 1710 no culminó hasta 1850 [86]. 
De otra parte, por ejemplo en Mexico aún el 75% de los bosques es de propiedad colectiva.
El capitalismo como culminación de “la caída”
Dando un salto nos situamos en la época del industrialismo capitalista.
Ya tenemos al ser humano separado de la naturaleza y al individuo separado de la comunidad. Después la economía, en un proceso histórico complejo, se separó de la naturaleza y de la sociedad [87] y se presentó como una disciplina científica autosuficiente, centrada en los valores monetarios. Como sintetiza bien Julie Nelson: “el Homo economicus es protagonista principal de una novela sobre la individualidad sin ninguna conexión con la naturaleza y la sociedad” [88].
La historia reciente de la economía, una vez escindida de la naturaleza y de la sociedad, es un intento de legitimar o explicar el capitalismo. A grandes rasgos, el calvinismo justifica religiosamente la actividad profesional del enriquecimiento. Dice Max Weber. “(el ascetismo protestante) no solo vio una bendición de Dios el enriquecimiento, como fruto el trabajo profesional, sino la valoración ética del trabajo incesante como una comprobación segura y visible de la autenticidad de la fe” [89]. Con Adam Smith [90] y Mandeville, la economía se emancipa de los criterios morales ya que no los necesita, le basta con el egoísmo. Porque o bien entra en acción esa armonía natural de intereses con la aparición de la “mano invisible” que, a modo de propiedad sistémica emergente, o de Divina Providencia, resuelve la paradoja de compaginar intereses e impulsos privados egoístas con el bien general, o bien transmuta vicios privados en virtudes públicas, en la formulación clásica de Mandeville. El texto de Smith que dice “no esperamos nuestra comida de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino de su preocupación por su propio interés” [91], y el de Mandeville que afirma que “el Mal en este mundo, tanto moral como natural, es el gran principio que hace de nosotros criaturas sociales, la base sólida, la vida y el sostén de todos los trabajos y ocupaciones sin excepción” [92], son dos textos clásicos que entronizan el egoísmo y el comportamiento maximizador como racional. Finalmente la preponderancia de los hechos económicos en la vida social ha calado en el imaginario colectivo y está fuera de toda discusión.
Si al individualismo posesivo, el egoísmo y el afán teológico de lucro unimos las doctrinas ya mencionadas del evolucionismo o darvinismo social (teoría que considera la competencia como un hecho natural en la lucha por la vida que terminará beneficiando a la especie, seleccionando a los mejores), nos encontramos con los fundamentos filosóficos y antropológicos que sustentan el capitalismo. Queda por teorizar acerca de las ventajas del mercado autorregulador, que en circunstancia de agentes precio-aceptantes, muchos participantes con transparencia e información total entre los agentes, tienden al óptimo de distribución de los recursos escasos, susceptibles de fines alternativos. De ello se encarga la teoría económica neoclásica. La economía se define como ciencia de la escasez, y en la clásica disputa con Polanyi entre el funcionalismo y el sustantivismo [93] (o sea entre la economicidad de lo escaso y la organización social por el sustento) vence la primera.
El propio Polanyi hace la primera gran advertencia: “Una institución, como la idea de un mercado autorregulador no podría existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su ecosistema en un desierto. (Y concluye), la verdadera crítica que se puede formular a una sociedad de mercado no es que se funde en lo económico, si no que su economía descanse en el interés personal. Una organización así es totalmente no natural, en el sentido estrictamente empírico de que es excepcional” [94].
He aquí algunos resultados. En el principio y “durante setenta años, tanto científicos como comisiones estatales, habían denunciado los horrores de la Revolución Industrial y una pléyade poetas, pensadores y escritores habían condenado su crueldad (…) Se creía, en fin, que la auténtica tragedia de los niños, obligados a veces a trabajar hasta que se morían en las minas y en las fábricas, proporcionaba una de las más espantosas pruebas de la miseria en que estaban sumadas las masas”[95]
La otra seria advertencia viene con anterioridad de Marx, que sostiene que la esencia del capitalismo es la hegemonía del capital sobre el trabajo (subsunción del trabajo en el capital, sociedad asalariada), y que desvela la necesidad implícita de aquel de explotar a su trabajadores para obtener beneficios: el capital recibe más de lo que devuelve a los trabajadores en concepto de salario (plusvalía), y propende a aumentar esta explotación porque la tasa de ganancia tiende a rendimientos decrecientes, también. Esta desigualdad genera una lucha de clases antagónicas que, cuanto menos, hace la vida muy difícil al capital y en el extremo terminará aniquilándolo, ayudado por su propia dinámica crísica. El capitalismo es una formación histórica como otras y no está dotado de la propiedad de la eternidad.
La perspectiva de máxima ganancia año tras año lleva a un crecimiento de todas las variables (capital, consumo, beneficios, recursos, etc.) en progresión geométrica que implica un final disparado exponencialmente que choca con los límites de un planeta finito en recursos y sumideros. Son los límites del crecimiento. Como dice Marx “la finalidad del capitalista no es la ganancia aislada, sino el movimiento infatigable de la obtención de ganancias (…) porque esta infinitud de que las cosas carecen en su progreso, lo tienen en su giro” [96].
La última seria advertencia proviene del Informe Meadows [97] (1972). Utilizando un modelo de análisis muy sofisticado y distintos escenarios de futuro llega a la siguiente conclusión: “si suponemos que el sistema actual no sufrirá ningún cambio o por el contrario registra cualquier número de cambios tecnológicos, el modo básico de comportamiento del sistema mundial consiste en crecimiento exponencial de la población y del capital, seguido de un colapso”. Graham Turner [98] ha demostrado recientemente cómo las predicciones de los Medows se han confirmado sorprendentemente bien en todas las variables consideradas en el estudio. Entrevistada una las redactoras del primer Informe el pasado junio, 40 años después, decía desesperanzadamente, “la mayoría de los problemas no los resolveremos. Deberíamos de haberlo hecho nosotros antes, pero no lo hemos hecho y la naturaleza se encargará (las crisis y las catástrofes son los medios que usa la naturaleza para detener el crecimiento).Pero podemos actuar de una forma mejor, prefiero los hundimientos pequeños a los grandes”.
Y es que en el siglo XX los efectos el crecimiento exponencial han hecho que la población se multiplique por cuatro, la economía mundial por catorce, la producción industrial por cuarenta, las tierras de cultivo por dos y las emisiones de dióxido de carbono por diecisiete, por poner unos ejemplos llamativos [99]. Pero lo peor es que estamos en un mundo en el que hemos sobrepasado ya en un 50% su capacidad de biorregenerativa, o de carga, para soportar nuestras actividades. Estamos dejando muy poco a generaciones futuras inmediatas y al resto de la biosfera.
Para hacernos una idea de un orden de magnitud, veamos el caso de China. En los últimos 30 años su Producto Interior Bruto (PIB) ha crecido a una tasa del 10% anual, esto quiere decir que ha duplicado su producción cada siete años; o sea que con respecto a 1980 ha multiplicado por 16 veces su PIB. ¿Cuántas veces más podrá duplicarlo?
Unas advertencias necesarias (y a modo de autocrítica)
El panorama descrito peca de dos aspectos que en una propuesta epistemológica compleja, como se propone, no casan bien: una es un cierto carácter lineal de la historia que se cuenta en clave “regresista” (que recuerda el mito bíblico del paraíso+pecado original+ más la solución cristiana escatológica), y la otra es un cierto determinismo climático (cuando se produce la “caída”) y biológico (en la descripción del “buen salvaje”, condicionada por su herencia filogenético y su condición de ser vivo -cooperativo, empático y social.)
No creemos en una teleología histórica, sino en unos condicionamientos y constricciones naturales que señalan, empujan y fomentan formaciones sociales congruentes con ellas. Pero en todo caso estas formaciones sociales, cambiantes, híbridas, y azarosas tienen diversas maneras de expresarse compatibles con los ecosistemas, y muchas otras incompatibles con los mismos. El éxito no está asegurado ni mucho menos. Tenemos la libertad de hacer las cosas mal. En cierto modo la historia que se relata, en la actualidad, expresa finalmente más un fracaso que lo contrario. De ahí la sensación de “caída”, en el paso desde las sociedades más sencillas a las más complejas. No me resisto a citar de nuevo a González y Toledo (p.140) que abundan en lo que decimos. Según ellos, “ el 99% del tiempo que lleva la humanidad en el mundo ha transcurrido con formas más o menos simples de organización social, en tanto que el 1% restante ha visto aumentar de manera espectacular la complejidad social y con ella la inestabilidad (la prueba más evidente es que en la “era moderna” han ocurrido los mayores genocidios, las mayores y más rápidas inestabilidades sociales, y las más preocupantes amenazas como el actual cambio climático o el peligro, aún existente, de la destrucción nuclear)”.
La historia, como la vemos, tiene una flecha del tiempo causada por la entropía, por la que el futuro tiende al desorden, la disipación y a la degradación: es el mundo de Tanatia. Otra flecha – la neguentropía- que tiende al orden y a la regeneración de la vida: es el mundo de Gaia. Un escenario social a la vez cooperativo y conflictivo: es el mundo de la vida y costumbres en común, de la economía moral y de las luchas contra las desigualdades y la opresión: de la creatividad y de la resistencia social (Berger: “ crear es resistir y resistir es crear”). Y una apariencia shakesperiana que hace que por momentos la historia nos aparezca como un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que nada significa.
Para resumir, hemos querido destacar con este texto que es posible pensar sociedades con valores básicos como los vistos en muchos de nuestros ancestros – igualdad, democracia, “panteísmo”, vida sencilla y buena vida. (“Cien mil años de solidaridad” que sugerían los economistas Gintis y Bowles [100]). Que los cambios climáticos son de especial importancia para la humanidad y que pueden llevar a grandes catástrofes y, por último, que vivimos unos tiempos muy peligrosos y es urgente un cambio copernicano.
Un cambio de visión y un cambio de rumbo
Las doce tesis que hemos anunciado nos invitan a estos cambios que deben de tener la característica de que deben ser urgentes. Hay quién opina que apenas si nos quedan 20 años para realizarlos. El texto está cargado de sugerencias en ambos sentidos.
Las tesis antropocéntricas en todas sus versiones, desde las más fuertes (el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, o la especie elegida) a las más débiles (el hombre como culminación de la evolución y con distinciones que lo hacen rey de la creación) no están justificadas. Ya no es que no seamos el centro del universo (Copérnico), ni una sustancia al margen de los animales (Darwin), ni unos individuos dotados de razón poderosa (Freud), sino que incluso para la vida somos menos importantes que las bacterias. Quizás, el gran descubrimiento del siglo XX (además de la física cuántica, el Big-Bang y el ADN), ha sido el de la centralidad vital de los ecosistemas, el de su consistencia simbiótica y el de nuestra inclusión en los mismos. Por tanto es urgente un recentramiento hacía un paradigma biocéntrico y ecosistémico si queremos saber nuestro papel en este mundo. Afortunadamente, la economía ecológica, la historia ambiental y la ciencia de la ecología, por ejemplo, transitan ya hacia este modelo epistemológico. E igualmente los movimientos campesinos, indigenistas, feministas y ecologistas, también apuntan en estas direcciones.
Jorge Riechmann ha escrito en la década de comienzo de siglo lo que se ha dado en llamar una “pentalogía de la autocontención” [101], obra imprescindible para nuestra época, y en donde se pueden encontrar muchos y buenos argumentos de cómo transitar hacia un mundo alternativo.
Hacia el futuro, desde el pasado
… Y para terminar de forma sencilla, pero poética y creativa, John Berger nos presta su voz, y con él decimos:
En primer lugar están los operadores del orden mundial, los cuales toman cada minuto alguna decisión que afecta directamente a millones de vidas en todo el mundo, sin responder ante nadie, ni mucho menos ante los políticos individuales que han perdido gran parte de su poder pero no quieren admitirlo. Tenemos después a millones y millones de personas que en un cierto sentido no tienen poder o no actúan políticamente, por lo menos no en el sentido tradicional del término. Estas personas trabajan para ofrecer pequeñas soluciones que les permitan sobrevivir con la mayor simplicidad; representan un amplio movimiento, en cierto sentido amorfo pero que comparte muchas prioridades, ligadas a las acciones a emprender y a las formas de resistencia y de solidaridad a poner en marcha. Las personas que forman este movimiento no están planificando el cambio, simplemente lo construyen con sus propias vidas. Pienso que es la primera vez en la historia que sucede una cosa de este tipo y, si miro al cielo, veo algo que se parece a este movimiento que prepara la alternativa al poder actual que gobierna el mundo y que esperando prepara la alternativa para la supervivencia. Si miro en el espejo que el cielo me ofrece veo un espacio que contiene dentro de sí a todas las personas que intentan restituir un sentido a sus vidas”
Sobre el autor
“En nuestro pueblo todos eran anarcosindicalistas. Es decir, todos pertenecían a un sindicato porque había que ser sindicalista (…) La mayoría no tenía la más mínima orientación política, y los que la tenían eran anarquistas en el sentido más simple y vago de la palabra. Es decir, eran federalistas y creían en un poder central lo más pequeño posible (o ninguno) y en el pueblo como unidad de vida política; creían en los derechos naturales y en la dignidad natural del hombre, incluso de los más pobres y miserables. Eran partidarios de un tipo de posesión comunal de la tierra (esta es una idea muy vieja en España, hasta cierto punto fue una realidad en el pasado e incluso fue preconizada en los escritos de los padres de la iglesia hasta el siglo XVIII) y -lo más importante de todo- creían que el hombre es bueno por naturaleza pero que había perdido su primigenio Edén por la corrupción del mundo. Pensaban que si se le permitía al hombre vivir en un contexto primitivo podría crear de nuevo una edad dorada basada en la sencillez natural y en la bondad de sus corazón. Este credo me parece tan conmovedor y muestra tan claramente la sencillez y la bondad de la persona que lo profesa, que no puedo evitar sentir cierto amor a los anarquistas de España” [102]. Así nos veía la que fue mujer del hispanista Gerald Brenan, Gamel Woosley, en 1939 en pleno inicio de la guerra civil española, cuando Málaga se veía desde su residencia totalmente en llamas. He leído el libro de la Woosley después de escribir este texto y me percibo que yo soy uno de esos simples anarquistas españoles a las que la autora dice amar. Y caigo en la cuenta que el periplo argumentativo que he recorrido estaba ya en el alma de mucha gente y, en cierto modo, he buscado su justificación “científicamente” para atender la llamada del corazón.
Acogiéndonos a la sugerencia del antropólogo Roger Batra [103] “ yo creo que el hombre salvaje que pintó Klee en 1922 es el retrato de un Ulises contemporáneo, que ha visto en sus viajes las formas extremas de la modernidad: las ha descifrado y, harto del banquete hermenéutico, mira la civilización - nos mira a nosotros- con ojos de niño; pero de un niño cansado que ha conocido los horrores de la guerra, que ha sufrido las peores pesadillas y que ha transitado por todas las formas de locura (…) Cansado de su recorrido milenario y al mismo tiempo lleno de promesas, el hombre salvaje regresa a casa” ( el subrayado es mío).
Anexo
Tabla resumen del libro de Fontana (2011), Por el bien del imperio.
Medio siglo de desastres de la guerra y otras intervenciones. Las más representativas.
AñoPaísMuertosDesplazados /otrosCausasPág.
1911-43Libia500.000 Dominio italiano328
1941…URSS
27
(M)illones
Arrasaron 1710 ciudades y 70.000 aldeas2ª Guerra M.25
1941…Alemania6 MPérdidas de guerraídem49
1941…Europa12 MCampos concentraciónídem26
1941…Asia20/30 MOcupación japonesaídem26
1945…Derrotados2 MPersecuciones/ suicidiosPost 2º Guerra34
1946…
Alemania/
Japón
 Impunidad industrialesTrabajo forzados con prisioneros32
1948EEUU/ ejército285 MDecisión final al PresidentePrevisión muertes en guerra nuclear81
1950/
1953
URSS Gulag 2.5 M, y 3M desplazadoEstalinismo50/196
1943-4Bengala2 M 
Hambruna/
Churchill
149
1946…Palestina91Voladura Hotel Rey David…Terrorismo judío182/3
1947Madagascar40/90.000IndígenasEl ejército francés339
1950Corea/EEUU1 MBombardeos 3 años al Norte con napalmGuerra de Corea164
1950sKenya20.000320.000 campos (Leaky)Ingleses vs. Mau mau344
1952India/Pakistán Éxodo 12/20millonesDivisión países152
1957EEUU/ejército  Eisenhower cede a militares para uso de nucleares263
1959-62China32/45 M Malas cosechas y exportación alimentos413
1961CongoLumunbaAsesinatoEisenhower14
1961-3Latinoamérica Seis golpes militaresBeneplácito EEUU -Kennedy15
c. 1962Argelia/Francia1/2/ 1.5M Guerra Independ.336
1965Indonesia½ a 2 MGolpe militarPatrocinado EUUU14/417
1965-8
Vietnam/
EEUU
3.2 M
(Mac Namara)
Guerra ( hubo más de 2.5 M de soldados) 303.000 heridosTres veces más toneladas bombas que en 2ª Guerra M.314
1962 y 1973Cuba/Egipto Riesgo nuclear 495
1960-1996Guatemala
161.5000
mayas
40.000 desaparecidosDictadura520-1
1971Pakistán/India300.000/1M8/10 M desplazadosRepresión ejército pakistaní429
Hasta 1973Camboya100.000 campesinos2M desplazadosLos americanos: 4.5 más bombas que sobre Japón en la 2º Guerra650
1975-79Camboya1.7 M20% población totalGenocidio de los jemeres rojos652
1976China242.000 Terremoto449
1980-2000Perú70.000Más que en todas guerras (182 años)Con Fujimore y Sendero528
1986URSS8.000200.000 desplazadosChernobil667
1991Irak/EEUU100.000Invasión8.500 tm de bombas774
1990sBosnia100.000Desplazados 799
1992-2001Argelia150.000 Conflictos civiles805
1994-2011Ruanda800.000En tres mesesGuerra civil737
1998-2001Congo5.4 M P. étnicos , Iglesia venta armas737
2003…Irak 2ª invas.1M4M desplazadosEEUU863
1983/05Sudán1.5 M Guerra Civil N/S329
Hasta 2008Darfur (Sudán)300.0002M desplazadosGuerra civil755
2010-12EEUU 10M perderán sus viviendasCrisis financiera940
2011EEUU/mundo  865 bases 300.000 soldados13
HoyMundo/OIT 12.3MTrabajos forzados968
Totales 130 Millon.56 MillonesDe desplazados 
Nota: habría que añadir las más de 200.000 muertes directas a causa de las bombas lanzadas en 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima Nagasaki, que no cuantifica el autor.
Otra nota: me viene a la memoria el siguiente poema de Riechman, al concluir esta lista de desastres: “A veces el mundo consiste… en sobrecualificados ejércitos de huérfanos que pasan a limpio la muerte con renglones apretados”.