miércoles, 24 de septiembre de 2014

Liz Murray

Liz Murray: «La gente huye de su pasado, pero puede ser su gran oportunidad»

Su infancia estuvo marcada por la adicción de sus padres a la heroína. Luego, la calle se convirtió en su hogar. Ahora es psicóloga y recorre el mundo para contar que «sí se puede»

Día 10/03/2011 - 04.14h
Liz Murray recorre el mundo contando una historia que nos hace reflexionar. La de su propia vida. Nació en el Bronx en 1980 bajo un techo en el que la pobreza venía de la mano de la adicción a las drogas. Sus padres estaban enganchados a la heroína. Casi nunca había nada para comer pues todo el dinero que ingresaba en el hogar tenía un único destino. Más de una vez sus padres llegaron a robarle el dinero que había recibido por su cumpleaños para hacerse con una de esas papelinas, que ponían a los Murray más cerca del abismo que de la vida. Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Con la muerte de su madre, enferma de sida, Liz terminó con apenas 16 años en la calle, vagueando en los parques y las salidas de metro. Como ella dice: «Me convertí en una de esas personas a las que nadie se quiere acercar cuando la ves por la calle».
Pese a todo los males —si es que se puede estar peor—, tuvo la determinación de salir a adelante. El resto lo hizo la gente que confió en ella. Sus profesores, una ONG que ayudaba a jóvenes sin techo y numerosas becas que fue consiguiendo gracias a su esfuerzo personal. En junio de 2009 se graduó en Psicología en la Universidad de Harvard y ahora recorre el mundo dando conferencias a jóvenes y ejecutivos sobre motivación personal.
—¿Cómo se pasa de vivir en la calle a estudiar en Harvard?
—Cuando era muy joven mis padres eran adictos de la droga, eran los años 70. Tomaban de todo, sobre todo heroína. Compartían jeringuillas y al final se contagiaron de sida. Cuando tenía 16 años se murió mi madre. Después de aquello pensé que tenía que hacer algo y empecé a estudiar.
—¿Recibió ayuda para poder alcanzar su objetivo?
—Mucha. Tuve excelentes profesores que se preocuparon por mí y también de una ONG que se encargaba de ayudar a los jóvenes sin techo, nos daban un lugar donde alojarnos, comida y mucha formación. No podría haberlo hecho sola. No fue el apoyo que recibí o la propia determinación sino las dos cosas. Ambas fueron decisivas.
—¿La muerte de su madre le dio las fuerzas para salir adelante?
—Cuando ella murió aprendí lo importante que es la vida y entendí que no podía seguir perdiendo el tiempo. En vez de enfocarme en lo que no tenía debía enfocarme en todo lo que sí tenía y que, a pesar de la circunstancias, no era poco.
—Vivimos en una sociedad en la que los jóvenes tienen muchas facilidades de acceso a la educación, a las nuevas tecnologías, pero a pesar de eso están desmotivados ¿qué está fallando?
—No me gusta hablar de los demás, hablo desde mi propia experiencia y de lo que veo. En mi instituto yo me daba cuenta que no todos sentían aquello como propio. Yo en cambio apreciaba más todo y me esforzaba por hacerlo mejor. La autoestima sale de eso, del sentido de la responsabilidad.
—Entonces las personas que no tienen autoestima o ilusión por las cosas no tienen salida...
—No creo en los absolutos en el ser humano. El ser humano está en proceso toda la vida. Yo simplemente digo que en mi experiencia ha funcionado eso, pero para los demás no digo nada. Yo estoy convencida que aprendemos de las experiencias y también cuando ayudamos a las otras personas. Todo eso nos hace crecer como seres humanos. Hay que estar convencidos que se siempre se puede hacer algo. La gente se empeña en pensar: «No puedo cambiar la economía, la política, a mis padres, la sociedad en que vivo». Pero siempre se puede hacer algo para cambiar la situación. Quizás no algo tan grande pero esa actitud sirve para todo. Eso es lo que transforma al final nuestra existencia.
—Suena al «Yes we can» de Obama...
—Sí, pero es algo más.
—¿Qué aprendió de sus padres a pesar de todas las dificultades?
—A veces cuando alguien te hace daño no lo hace a propósito, simplemente no te pueden dar lo que no tienen. Y también aprendí que nadie te debe nada y que soy responsable de mi vida. Tu vida es tu responsabilidad. Y sobre todo que me querían mucho.
—Viaja por el mundo dando conferencias.. ¿Qué mensaje le transmite a la gente?
—Todo depende del público al que me dirijo. Hay gente que lee mi historia y dice es tan única, tan diferente pero al final es igual. Mi caso es extremo pero todo el mundo a veces se encuentra en alguna circunstancia en la que cree que no hay salida. Intento transmitir que no importa lo que te haya pasado antes en tu vida, siempre puedes hacer algo para avanzar. Siempre se puede tomar una decisión, una decisión que cambie las cosas.
—Si pudiera cambiar su historia, su pasado, ¿lo haría?
—No, absolutamente no. La gente huye de lo que le pasa, de su historia pero puede ser una gran oportunidad para hacer algo diferente si queremos. Cada momento es una oportunidad para hacer algo, no debemos obsesionarnos con el pasado. Decimos que el pasado nos define, que determina a la persona pero realmente somos en cada momento de la vida. En este momento puedes cambiar totalmente tu vida.
—¿Se siente una persona valiente?
—Solía dejar que el miedo me paralizara pero ahora lo entiendo de otra manera. Cuando siento miedo es porque estoy arriesgando algo y lo acepto. Arriesgar no siempre es algo malo.
—¿Qué mensaje le daría a los padres para inculcar a sus hijos esa motivación personal que les haga capaces de alcanzar sus objetivos, para afrontar la vida con valor?
—Que sean el ejemplo de aquello que quieran que sus hijos aprendan. Todo educa. La vida en sí es la mejor imitación para los niños. Conozco muchos que se quejan de que sus hijos son materialistas pero llevan un Rolex.

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