domingo, 6 de abril de 2014

Elena Poniatowska

PONIATOWSKA: LA PRINCESA ROJA
Que Elena Poniatowska siga recibiendo premios y levantando polémica significa sólo una cosa: es una de las figuras fundamentales del México contemporáneo.
POR GUILLERMO SÁNCHEZ CERVANTES / FOTOS DE PHOEBE LING
Retrato de una joven Poniatowska cuando incursionaba en el periodismo.
Elena Poniatowska está sentada en el estrado, soberbia. Sólo mira al auditorio que murmura. Lleva el cabello cano, un collar de perlas y va vestida de negro. En sus manos sostiene el discurso que, en unos momentos más, comenzará a leer. Rompe el silencio y dice:
—Gracias a todos por estar aquí, esto es casi como el día de mi boda.


El público estalla en carcajadas. Es la noche del 5 de abril de 2011, y Elena Poniatowska, la princesa de las izquierdas mexicanas, presenta en el Palacio de Bellas Artes, en el Centro Histórico de la ciudad de México, su más reciente novela,Leonora, con la que ha ganado el Premio Biblioteca Breve que otorga la editorial española Seix Barral. El sitio está repleto y la gente no para de entrar. "Disculpe, perdón, disculpe", dicen los que llegan tarde para abrirse paso entre una multitud del todo inusual para la presentación de un libro. Ahí está la mujer a la que todos reconocen en la calle y que genera larguísimas colas a la hora de firmar libros, pero que no por eso es menos controvertida. La mujer que apoyó hasta el final al candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de 2006, de los discursos a favor de las mujeres, el aborto, las guerrillas y los indígenas chiapanecos. Es la escritora que encandiló con su realismo popular y con sus entrevistas a los personajes icónicos del siglo XX mexicano. 

Elena, Elenita, la Ponia, la Poni. La recién fallecida Leonora Carrington es la última en unirse a la lista de mujeres que ha retratado en perfiles, crónicas y novelas, desde la rusa Angelina Beloff hasta la italiana Tina Modotti: con todas ellas deberíamos medir a Poniatowska "porque con ellas actúa sin condescendencia, con ternura y admiración, pero a ratos con la ironía implacable de quien se sabe entre iguales", escribió el crítico literario Christopher Domínguez enLetras Libres.

Ahora, ante el auditorio, Poniatowska cuenta que conoció a Leonora Carrington en la galería de arte de su tía Inés Amor en los cincuenta. Y que durante años le hizo una serie de entrevistas que guardó en carpetas, hasta que un día comenzó a escribir una novela inspirada en ella que había llamado Fiona.

—Pero cuando tenía doscientas páginas pensé: "¿Y por qué no hago una novela directamente sobre ella?", y me lancé. Leonora siempre tuvo una sonrisa para mí, lo recuerdo como motivo de felicidad. Y guardo la última vez que me sonrió en la escalinata del Palacio de Minería. ¿Será que me he vuelto sentimental? Leonora dice que el sentimentalismo es una especie de cansancio.

Concluye su discurso y, apenas termina, Poniatowska aleja el micrófono y muestra su legendaria sonrisa de dientes y encías. El público se pone de pie y la ovaciona con aplausos que multiplican su eco por todo el Palacio de Bellas Artes. Es una escena que me recuerda, por oposición, una copla que me envió por mail Malú Huacuja del Toro, novelista y dramaturga mexicana —y una de sus grandes detractoras—, por aquello de los aduladores y admiradores, que, dice Huacuja, le han otorgado premios a su contentillo. Después de recibir ese poema satírico, le pedí a Huacuja una entrevista. Aún espero una respuesta.
Mientras tanto, los flashes disparan sobre el estrado.


Son las seis de la tarde y la parroquia de San Sebastián Mártir comienza a dar sus reglamentarias campanadas. Elena Poniatowska ha aceptado una tanda de entrevistas en su casa, a mediados de abril, después de que su última novela fuera recibida con bombo y platillo en el mundo editorial. Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor —su verdadero nombre— vive frente a esta iglesia en la colonia Chimalistac, al sur de la capital mexicana, un barrio empedrado que fue un pueblo colonial y quedó atrapado en medio de la mancha urbana del Distrito Federal. Su casa está pintada de amarillo y tiene una puerta blanca con grandes buganvillias. Pertenecía a una nudista que gustaba de bañarse en las fuentes, la dominatriz Eva Norvind, y Poniatowska la compró apenas después de haber quedado viuda. Estuvo casada durante casi veinte años con el astrónomo Guillermo Haro, el fundador de la astronomía moderna en México, a quien conoció al hacerle una entrevista en el observatorio astronómico de Tonantzintla, Puebla, en 1959. Es una casa con mucha luz y con amarillos salpicados por todos lados, en cuadros, sillones, lámparas y manteles; una casa burguesa repleta de libreros blancos y piezas de talavera y esferas de vidrio soplado por donde se mire. Por los rincones y las mesitas hay retratos familiares. Ahí están su padre, Jean Joseph Evremont Poniatowski Sperry, vestido de militar con todas las condecoraciones que recibió en la Segunda Guerra Mundial; su madre, María de los Dolores Paulette Amor Yturbe, mujer enigmática que siempre habló con un fuerte acento francés y fue modelo de Schiaparelli, retratada por Edward Weston; sus hijos Emmanuel, Felipe y Paula; ella rodeada por sus diez nietos. 

—Ahora viene la señora —dice Martina, con tono cantadito y mirada hostil.
Martina es la mucama que se encarga de la casa, de hacer las compras y de contestar el teléfono. Poniatowska nunca ha tenido secretaria. Todo lo resuelve con una agenda negra, siempre y cuando esté a la mano. Si no, empezarán a correr por toda la casa, Martina en un piso, Elena en el otro, hasta que suene el grito: ¡aquí está!


Poniatowska puede no sólo extraviar su agenda, sino textos y libros, olvidar citas y entrevistas, aceptar llamadas telefónicas de "ve tú a saber quién", o recibir a estudiantes que llegan a preguntarle boberías que tienen de tarea. Y nunca faltan sus clásicas cuitas: que se le paró el coche, que está preocupada por sus hijos, que se hace bolas, que no puede escribir, que no es escritora, que todo hace mal, que todo el mundo la critica.


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