Escribe: María de los Ángeles González Calcagno
María Micaela Guyunusa nació en 1806, en
un pueblo de indios del litoral oriental del Uruguay, cuando las
canciones de cuna se acompañaban por el tronar constante del cañon.
Con 5 años acompañó a los suyos en el éxodo del Pueblo Oriental.
En 1820 su gente debió ocultarse y así
fue que creció, en la resistencia cimarrona contra el portugués. Ya
adolescente apoyo como todos los charrúas la gesta que encabezaron los
Treinta y Tres. Su primer hijo nació en los tiempos de Sarandí e
Ituzaingó.
Pero el estado Oriental organizado en
1830, que debió darles a los charrúas un lugar de respeto, los persiguió
cruelmente. El hijo mayor de Guyunusa fue separado violentamente de su
madre en los repartos de niños posteriores a las emboscadas de
Salsipuedes, Paso del Keguay y la estancia de Bonifacio.
Guyunusa, cautiva, fue vendida por manos orientales para ser exhibida en un circo francés.
Estaba nuevamente embarazada. Con ella
encadenaron y embarcaron a tres charrúas; Laureano Tacuabé, el curandero
Senaqué y el cacique Vaimaca Pirú, gran amigo de Artigas.
La última vez que vieron suelo oriental
estos cuatro charrúas fue el 25 de febrero de 1833, cuando los subieron
encadenados al barco francés, que también llevaba ñandúes como
curiosidad.
En Francia muchos intelectuales protestaron contra la exhibición de "salvajes" traídos contra su voluntad.
Guyunusa vestía pieles y mantas tejidas
con diseños geométricos. En su frente había tres rayas azules pintadas
en sentido vertical, que llegaban hasta el nacimiento de la nariz.
Cantaba tristemente y guardaba un digno
silencio frente a los curiosos. Cuando sintió que llegaba el parto,
organizó todo con su compañero Tacuabé el cual se desempeñó, según los
observadores, con conocimiento de lo que debía hacer en esas
circunstancias.
Los franceses tomaron nota de todo el parto y anotaron que "la criatura llora de forma muy similar a nuestros bebés".
Había nacido una niña charrúa en Francia, y Guyunusa la llamó Micaela Igualdad.
Cuando la niña tenía diez meses era evidente que la madre fallecería de un momento a otro en un estado avanzado de tuberculosis.
Temerosos de perder tan valioso ejemplar
de mujer salvaje, los franceses la separaron de Tacuabé, le afeitaron
la cabeza, le pusieron dos tubos en la nariz y le hicieron, aún viva, un
vaciado de yeso para conservar el registro de su estructura craneana.
Guyunsa fue enterrada en una fosa común para fallecidos de enfermedades contagiosas en la ciudad de Lyon.
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