miércoles, 5 de junio de 2013

"La dama de rojo", símbolo de la represión del gobierno turco

La mujer indefensa atacada con gas lacrimógeno se convirtió en un símbolo de las protestas en Turquía.  Foto:  Reuters 

Las imágenes de una mujer rociada con gas lacrimógeno mientras pasaba por la protesta de carácter ambiental se multiplicó en los carteles contra el premier

ESTAMBUL (Reuters).- Esta vez, la dama de rojo no inspiró una canción ni una película sino que se convirtió en el símbolo de la protesta contra el sesgo autoritario del gobierno del premier turco, Recep Tayyip Erdogan.
Imágenes tomadas por el fotógrafo de la agencia Reuters, Osman Orsal, hace una semana en la plaza Taksim lograron plasmar la represión injustificada en la que por momentos incurrió la policía turca, bajo la orden de Erdogan, en las protestas que comenzaron con un motivo ambiental y se convirtieron en un ruidoso grito contra el gobierno.
Las fotos muestran la secuencia de una mujer que llevaba un vestido rojo de algodón y un bolso blanco colgado del hombro caminando por la plaza donde habían comenzado las protestas un día antes contra la construcción de un centro comercial donde hay un parque.
La joven, que caminaba de manera inofensiva e indefensa cerca de la policía de repente recibe un chorro de gas lacrimógeno en su cara, lo cual se refleja en el movimiento de su pelo y su posterior reacción de taparse la boca y comenzar a toser.
Las fotos se convirtió en un símbolo de la protesta, compartida hasta el hartazgo en las redes sociales y convertidas en caricaturas y carteles, especialmente desde el pasado viernes, cuando la represión derivó en fuertes enfrentamientos entre la policía y los manifestantes que se multiplicaron día a día en la plaza, ya no solo contra la construcción del centro comercial sino contra el autoritarismo por el que acusan a Erdogan, hace diez años en el poder.
 La mujer indefensa atacada con gas lacrimógeno se convirtió en un símbolo de las protestas en Turquía.  Foto:  Reuters 
"Esa foto simboliza la esencia de esta protesta", dice Esra, una estudiante de matemáticas en el barrio de Besiktas, cerca del estrecho del Bósforo y uno de los epicentros de las protestas de esta semana. "La violencia de la policía contra manifestantes pacíficos, personas que simplemente intentan protegerse a sí mismas y a lo que valoran".
En un cartel pegado en las paredes de la ciudad, la mujer aparece mucho más grande que el policía. "Cuanto más gas nos lancen, más grandes nos volvemos", reza el eslogan que acompaña a la imagen.
Estados Unidos y la Unión Europea, así como grupos de defensa de los derechos humanos, han expresado su preocupación por la mano dura empleada por la policía turca durante las protestas.
El primer ministro Recep Tayip Erdogan descalificó a los manifestantes el lunes llamándolos extremistas "que viven codo con codo con el terrorismo", una descripción que no parece encajar con la imagen de la mujer de rojo.
Ayer, en cambio, pareció haber un cambio en el discurso cuando el vicepremier, Bulent Arinc dijo en conferencia de prensa: "La violencia excesiva que se usó en un primer momento contra aquellos que se comportaban con respeto fue errónea e injusta. Me disculpo con esos ciudadanos".
También había otros participantes ataviados con máscaras y ropas más combativas que lanzaban piedras, pero fue notable el gran número de mujeres muy jóvenes que participaron en las protestas en Besiktas y en la plaza Taksim.
Con pañuelos alrededor de sus cuellos, antiparras y finas mascarillas para protegerse del gas lacrimógeno, Esra, Hasine y Secil permanecían con temor en el distrito de Besiktas ayer, junto a un número de jóvenes cada vez mayor viendo como la noche caía y el ánimo se ensombrecía. Ellas pertenecen, como quizá lo también la mujer de rojo, a las estadísticas de chicas jóvenes y educadas que creen que tienen algo que perder en la Turquía de Erdogan. Temen la promoción del velo islámico, dentro de las medidas de corte religioso por el que es criticado el primer ministro.

El rol de las mujeres

Muchas mujeres apuntan a que la nueva ley del aborto es un signo de la política de Erdogan, quien ha recomendado a las mujeres turcas tener tres hijos y, según ellas, quiere retrotraer los derechos de las mujeres y devolverlas a papeles más píos y tradicionales.
"Respeto a las mujeres que llevan velo, están en su derecho, pero yo también quiero que mis derechos sean protegidos", dice Esra. "No soy de izquierdas ni tampoco anticapitalista. Quiero ser una mujer de negocios y vivir en una Turquía libre".
Mustafa Kemal Ataturk, fundador de la república laica turca en 1923 sobre las ruinas del Imperio Otomano, alentó a las mujeres a cambiar el velo por ropa occidental y promocionó la imagen de la mujer trabajadora. Irónicamente, a Erdogan se le ve hoy en día, para bien o para mal, como el líder turco más dominante desde Ataturk.
Erdogan llegó al poder en 2002 y continúa con una popularidad sin rival, asentada en un firme apoyo del conservador interior de Anatolia.
Las manifestaciones del fin de semana en las ciudades sugieren que su popularidad está decayendo, al menos entre la clase media que sí lo apoyó en sus primeros años de reformas políticas y económicas que recortaron el poder del Ejército e introdujeron algunas mejoras en los derechos.
Erdogan, un hombre religioso que niega querer islamizar Turquía, rechaza cualquier sugerencia que afirme que quiere persuadir a la población para que cumpla los principios religiosos. Alega que las nuevas leyes sobre el alcohol (la prohibición de su venta cerca de escuelas y mezquitas), también denunciadas por las mujeres, pretenden proteger la salud, desvinculándolas de cualquier motivo religioso..

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