jueves, 21 de febrero de 2013

Christopher Hitchens



Agitador e incendiario, viró de la izquierda a la derecha tras los  ataques a las Torres Gemelas. “Tragándome el vómito” escribió sobre su saludo a Videla, en 1977, cuando visitó la Argentina. Tenía 62 años y padecía un cáncer de esófago.

Periodista, escritor, filósofo, el británico Christopher Hitchens murió el pasado jueves por la noche a los 62 años en Houston, Estados Unidos. Si con sus libros "Dios no existe" y "Dios no es bueno” hizo del ateísmo una forma de vida, fue con sus críticas a la Madre Teresa y a Henry Kissinger que ganó su merecida fama de polemista, sostenida desde diversas trincheras ideológicas e intelectuales. Un espacio que nunca abandonó.

“Una gran voz cae al silencio. Un gran corazón se detiene”, escribió Salman Rushdie en su Twitter, a modo de un escueto obituario dedicado a su amigo Hitchens. El biólogo inglés, Richard Dawkins —un ateo militante como Hitchens— dijo que el ensayista y periodista inglés fue “uno de los mejores oradores de todos los tiempos” y lo celebró como un luchador contra los tiranos. Hasta sus contrincantes como Tony Blair salieron a celebrar su “pasión, su compromiso y su brillantez.”



Fue en Junio del 2010 que Hitchens fue diagnosticado con cáncer del esófago. En el momento hubo reacciones de desconcierto, pero también de alegría (aunque fuera silenciosa). Es que Hitchens, un polemista nato, tuvo de blanco a vacas sagradas como la Madre Teresa; y también cosecho enemigos al girar de la izquierda a la derecha en el espectro político. Apoyó primero la invasión a Irak en 1990, y luego, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, anunció que ya no era de izquierda. Para horror de sus compañeros de juventud, aceptaba invitaciones del ex presidente de los EEUU George W. Bush a la Casa Blanca.
Tras saber su diagnóstico, Hitchens no aflojó en su rutina de trabajo ni en sus presentaciones públicas en las cuales enfatizaba que la inminencia de la muerte no le hizo cambiar sus posturas ateas, descriptas con su pluma mordaz y brutalmente incisiva en “Dios no es grande. Cómo la religión envenena todo”.
Tampoco admitió arrepentirse de su abundante consumo de alcohol y tabaco. “Escribir es muy importante para mi, y cualquier cosa que me ayude a hacerlo –o que prolongue,  profundice e intensifique un argumento o conversación- para mi vale la pena”, dijo en una entrevista en el programa televisivo del periodista estadounidense Charlie Rose. Y agregó: “No me podría imaginar la vida sin esas fiestas, las trasnochadas, las segundas botellas…”

Nacido en 1949,  en Portmouth, Inglaterra, Hitchens procedía de una familia modesta. Era el hijo mayor de un oficial de la marina un personaje conservador y militarista. Impulsado por su madre, asistió a colegios de internado. Ella decía: “Si va a haber una clase alta en este país, pues Christopher va ser parte de ella.”
Ya en la universidad de Oxford, Hitchens defendió vivir una doble vida en la cual fue “un aliado de la clase obrera” y también un habitué de los cocktails de la oligarquía. También confesó rápido su bisexualidad.
Interesada en la educación, la madre de Hitchens era una persona mucho más animada,  a tal punto que decidió lo envió a un colegio pupilo a los 8 años, y luego costeó sus estudios en centros privados para que su primogénito diera el salto a la alta sociedad británica.
Hitchens comenzó su vida profesional como un periodista trotamundos para varias revistas británicas (como The Nation y The New Statesman) cubriendo conflictos en Irlanda del Norte, Grecia, Portugal, España y Argentina en los años 70. Sus origines políticos fueron en el trotskismo británico, con cual se desilusionó rápidamente.
En una de sus visitas a nuestro país, en 1977 se encontró con el dictador Jorge Rafael Videla, episodio sobre el que luego escribió que debió tragarse el vómito. Otras de sus referencias más conocidas sobre la Argentina se vio con su respaldo a Margaret Thatcher cuando esta envió sus fuerzas armadas a las Malvinas. Para Hitchens, más allá del conflicto territorial, esto suponía combatir la ya desvencijada dictadura del general Leopoldo Galtieri.
Entre sus amigos más íntimos figuraban los escritores Martin Amis, Julian Barnes, James Fenton, Clive James y Ian McEwan. Entre este grupo, solían jugar un juego que consistía en inventar la frase que nunca declararía uno de los miembros del grupo. La de Hitchens era: “No me importa cuan rico eres, no voy a ir a tu fiesta”
En 1981 se mudó a los Estados Unidos y comenzó a cubrir política norteamericana. Desarrollo su arte personal del ensayo en publicaciones como The Atlantic, The Nation y Vanity Fair. En el 2007 consumó su amor por su país adoptado haciéndose ciudadano estadounidense.
En el 2003 dejó sus amigos en shock a revertir completamente su perfil político y apoyar la invasión de Irak en el 2003. Se convirtió en un crítico feroz de lo que denominaba el “Islamofacismo.”
Fue la fetua declarada contra Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos que, en la mente de Hitchens, sembró su desconfianza tanto con Islam como con la izquierda política quien –a su juicio- no hizo nada para apoyar la condena de muerte a Rushdie por el Ayatolá.
Entre sus libros están biografías de sus héroes intelectuales George Orwell, Thomas Paine y Thomas Jefferson. Su afán polemista se demostró en un libro publicado en el 2002 en cual acusaba a Henry Kissinger de ser un criminal de guerra. Su último libro, una compilación de ensayos publicado este año ha sido un bestseller en los Estados Unidos y mencionado por The New York Times como uno de los libros más importantes del año. Antes había publicado un libro de memorias titulado "Hitch-22", que a la Argentina llegó a través de la editorial Debate.

Una gran parte de su celebridad se debe a su ruidosa protesta contra las creencias religiosas. Hasta último momento les rogaba a los que decían estar orando por él que “no malgastasen sus llantos a un cielo sordo.”

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