martes, 25 de diciembre de 2012

Violines Stradivarius






Investigación y Guión: Conti González Báez


Los violines Stradivarius son los más preciados instrumentos musicales del mundo. Entre los 600 ejemplares que se conservan, hay algunos valorados en millones de dólares.
Tienen el nombre de su creador, Antonio Stradivarius, quien llevó su oficio de constructor de violines a su máxima perfección. El secreto de su incomparable maestría aún es inexplicable y nadie ha sido capaz de igualarle.
Antonio Stradivari, más conocido por la forma latinizada de su nombre, Stradivarius, nació en 1644, en Cremona, Italia. Los violines fascinaban al pequeño y soñaba con ser un gran músico.
Se esforzaba por aprender a tocar el violín, pero sus dedos no eran lo suficientemente livianos y ágiles. Los sonidos que producían eran duros y toscos. La gente decía: "Tiene oído de músico y manos de tallador de madera".
Olvidó la idea de convertirse en un gran músico, pero no abandonó al violín. Pasaba horas mirando sus violines; los desarmó y estudió cómo estaban hechos. Luego los desechó, porque no tenía dinero para comprar otros. Quería tener un violín muy bueno y aprender a hacer la mejor clase de violines.
A los 14 años inició su aprendizaje con el famoso luthier Nicolás Amati. El término francés luthier procede del vocablo luth que significa laúd, instrumento de origen árabe adoptado por la aristocracia europea y uno de los más aceptados en la música culta.
En principio, el término se utilizó para designar a todos los artesanos dedicados a la fabricación de instrumentos; luego, concretamente para los creadores de instrumentos de cuerda.
A partir del Renacimiento, el oficio del luthier empezó a ganar importancia con el auge de la música instrumental. Los hacedores de instrumentos, antes vinculados a oficios como el de la carpintería o ebanistería, empezaron a ganar maestría y se convirtió en un arte que ameritaba un estudio formal.
El oficio llegó a su esplendor en los siglos XVII y XVIII, cuando países como Alemania, Francia, España e Italia produjeron innumerables escuelas y talentos.
Pero ninguno como los de Amati, Guarnieri y Stradivarius, los hasta hoy insuperables cremoneses cuyas manos construyeron los mejores instrumentos de cuerda del mundo.
Al principio, como alumno del Amati, Antonio Stradivarius hacía trabajos ordinarios de reparación y mandados para el fabricante de violines. Activo y voluntarioso, el jovencito se hizo querer por el maestro y sus compañeros del taller.
Tras años de estudio y arduo trabajo, finalmente se le permitió que hiciera un violín solo. El joven de 17 años trabajó cuidadosamente. Cuando lo terminó, sonaba tan bien como el de su maestro. Todos se quedaron asombrados de la rapidez con que había aprendido.
Sus primeros violines eran ya instrumentos perfectos, pero no se notaba todavía esa genialidad que más tarde haría de Stradivarius el más apreciado “fabricante de armonías” de todos los tiempos.
A los 20 años, conoció a una joven viuda, Francisca Ferraboschi, con quien se casó tres años después, en 1667, uno de los pocos sucesos biográficos registrados del artista. Sencillo, modesto y taciturno, sólo pensaba en su familia y su trabajo.
De todas partes de Italia llegaban al taller de Amati cientos de pedidos. El fabricante, ya viejo, no podía cumplir personalmente con todos; sus jóvenes discípulos realizaban gran parte del trabajo, especialmente Antonio, al que consideraba el mejor. Cuando el violín estaba listo, la etiqueta en el interior de la caja llevaba todavía el nombre del anciano maestro.
Tuvieron que pasar varios años, hasta 1670, para que en los instrumentos del genial alumno apareciera el prestigioso letrero: “Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat anno...” (Antonio Stradivari de Cremona, fabricado hacia el año...), seguido de la fecha de fabricación. Todos los coleccionistas y músicos esperan tener ese letrero en algún violín de su propiedad.
Stradivarius perfeccionó la elegancia de la forma, variando las dimensiones de los instrumentos. Entre 1680 y 1700, construía modelos alargados y ligeramente estrechos. Después, ya no aparecieron variaciones.
Alcanzó una perfección que ha sido motivo de minucioso examen y estudio, particularmente en lo que atañe al fenómeno de la sonoridad. Sólo él reúne las cualidades de todos sus predecesores: fuerza, dulzura, poder y expresión.
Entre 1700 y 1725 construyó sus más preciados violines; se calcula que alrededor de 13 al año. Son cerca de 350 instrumentos, a los que hay que añadir centenares fabricados antes y después de este periodo.
A partir de 1680, a los 36 años, el pupilo se independizó y el patio de su casa se convirtió en su taller, donde pendían de hilos bellos violines, esperando a que secara el barniz que los cubría.
Alto, de complexión esbelta y rostro delgado, casi siempre con un gorro de lana cubriendo su cabeza, Stradivarius trabajaba sin cesar en un interesante proceso de creación. Comenzaba trazando los contornos exteriores de los instrumentos con moldes de madera, de los que se han encontrado 19 ejemplares.
Después, elegía escrupulosamente las maderas, utilizando el arce para los lados, mástil, cejilla y puente, cortando para obtener el mayor número de canales resinosos, que son mejores conductores del sonido. Para el fondo usaba álamo o tilo; en cambio, para la tapa empleaba abeto y para las partes interiores, sauce.
En los acabados, Stradivarius también era lo más cuidadoso y exigente posible. Reanudando una antigua costumbre, adornaba el mástil, los lados, las clavijas y la cejilla de los instrumentos más preciosos con un delicado trabajo de incrustación de nácar, marfil y ébano o almáciga negra.
Después les ponía un barniz misterioso, del que sólo él sabía la fórmula, compuesto de resinas, colores vegetales y otros ingredientes, entre ellos la llamada sangre de dragón, sustancia gomosa y roja obtenida del fruto de una palmera malaya que Marco Polo trajo del Oriente. Su barniz, de un tono más intenso que el utilizado por Amati, conseguía proteger al instrumento y reforzar sus cualidades sonoras.
A los 40 años, Antonio Stradivarius ya era famoso mundialmente por sus violines. Jamás se habían visto instrumentos de forma más armoniosa y de semejante sonoridad. Personas de todo el mundo le encargaban instrumentos al artesano cremonés.
Entre la gente culta de Europa, surgió una auténtica pasión por adquirirlos y uno de los regalos más gratos que un príncipe o monarca de aquellos tiempos podía recibir era un Stradivarius.
El Rey de Inglaterra le encargó al maestro la construcción de un quinteto completo y el Rey de España, Carlos II, hizo lo mismo; sus instrumentos se encuentran en el Palacio Real de Madrid.
El Gran Duque de Toscana, Cosme III de Médici, le solicitó toda una serie de instrumentos y más tarde el Rey de Polonia, Augusto, le encargó la construcción de doce violines para su orquesta.
Cuando Antonio tenía 54 años, murió su esposa Francisca, madre de sus cinco primeros hijos. Al año siguiente volvió a casarse con Antonia María Zambelli, con quien procreó seis hijos más. Sacar adelante a una familia numerosa era difícil, aún siendo Stradivarius y teniendo como clientes a príncipes y reyes.
Sin dejar su oficio de artesano, el maestro se dedicaba también al comercio de bienes inmuebles y otros negocios, para asegurar una educación decorosa a sus hijos.
El célebre luthier no sólo confeccionó violines, violas y violonchelos; también arpas, cítaras y guitarras. Una vez hizo una guitarra adornada con tiras de marfil incrustadas en la madera, que parecía estar revestida de seda rayada; en los huecos por donde salía el sonido, dibujó y pintó flores. Hoy sobreviven dos guitarras suyas.
Antonio Stradivarius firmó su último violín a los 92 años de edad. Tras una fructífera y longeva existencia, murió al año siguiente, en 1737.
De su vasto patrimonio de arte al mundo, han llegado hasta nuestros días 540 violines, 12 violas y 50 violonchelos. Son los instrumentos de arco más perfectos, firmados con su sello: una cruz de Malta con las iniciales A.S., encerradas en un doble círculo.
Los continuadores y herederos de la gran obra de Antonio Stradivarius fueron sus hijos Francesco y Omobono, que siempre trabajaron junto a él.
Existen diversas hipótesis para explicar la superioridad acústica de los Stradivarius, siendo la más popular el uso de un barniz mágico cuya fórmula se habría perdido tras la muerte del artesano.


Cuenta la leyenda que la escribió en una página de la Biblia familiar, destruida por uno de sus descendientes para que el secreto no cayera en manos de extraños.
Otras se refieren al cuidado en el secado de la madera, la posibilidad de que se sometiera a un lavado previo o que los insecticidas con que se protegían de la carcoma mejoraran inesperadamente sus propiedades sonoras. En los últimos 150 años, numerosos científicos han intentado explicarla.
El Dr. Colin Gough, investigador de la Universidad de Birmingham del Reino Unido, analizó cómo funciona un violín, las características físicas de los sonidos, sus frecuencias, las resonancias o armónicos, la relación geométrica de los componentes del instrumento, la tensión de las cuerdas y otros elementos de la física.
Estudió características de los materiales utilizados, especialmente la madera: remojo, humedad interna y envejecimiento, el ajuste de cada componente y el papel del barniz en la calidad.
Para Gough, las investigaciones realizadas con microscopio electrónico y fotografía ultravioleta descartan la existencia de un secreto en la composición del barniz; su opinión es que la Ciencia no ha encontrado todavía una propiedad medible que sirva para diferenciar los violines de Cremona de los hechos por expertos artesanos actuales.
No opina así el Dr. Joseph Nagyvary, químico húngaro catedrático en la Universidad de Texas, quien se interesó por los violines desde su juventud en Zurich, cuando tocó con un violín que había pertenecido a Albert Einstein.
Observó los terribles efectos de las termitas sobre muebles e instrumentos musicales en el Norte de Italia, mientras que los Stradivarius no solían sufrir estos daños.
La búsqueda de posibles sustancias insecticidas usadas en el pasado y sus efectos acústicos le condujo a descubrir el bórax, insecticida y endurecedor de la madera, que produce un sonido más brillante; fungicidas, como la resina gomosa de los árboles frutales y polvo de vidrio triturado, usado como antitermita.
Para el investigador, el secreto radica en violines perfectamente construidos, usando maderas con un tratamiento previo de remojo prolongado, que facilitaba la apertura de sus poros y, fundamentalmente, en el tratamiento final de la madera con una mezcla equilibrada de las tres sustancias citadas.
Nagyvary ha estado reproduciendo estos procedimientos para fabricar violines. Alega que en diversas audiciones realizadas con especialistas y virtuosos, éstos no han logrado distinguir entre un Stradivarius y un violín Nagyvary.
Los científicos Lloyd Burckle de la Universidad de Columbia, y Henri Grissino-Mayer de la Universidad de Tennessee, han propuesto una novedosa explicación para comprender el porqué los famosos violines Stradivarius, así como algunos otros construidos a finales del Siglo XVII y principios del XVIII, son superiores en su sonido.
Para estos investigadores, podría explicarse teniendo en cuenta el clima que imperaba en Europa y buena parte del mundo entre los años 1645 y 1715.
Conocida como el Mínimo de Maunder, esta era se caracterizó por una notable escasez de manchas solares y una reducción de la actividad de nuestra estrella. Ello propició un considerable declive en las temperaturas que ha sido bautizado como "Pequeña Edad del Hielo", período de frío intenso que afectó a Europa Occidental.
Los largos inviernos y fríos veranos durante ese período de 70 años produjeron madera de lento y regular crecimiento, con anillos estrechos en los troncos de los árboles de los bosques europeos, propiedades muy deseables para la producción de instrumentos sonoros de gran calidad.
Stradivari nació precisamente un año antes del comienzo del Mínimo de Maunder. Él y otros fabricantes utilizaron la única madera disponible, de los árboles que crecieron durante esa era.
Burckle y Grissino-Mayer sugieren que la existencia de anillos estrechos en la madera empleada incrementaba su densidad y esto hacía más fuertes los violines.
Actualmente no existen las condiciones climáticas con las temperaturas de aquella época, y por lo tanto, la madera que emplean los mejores constructores de violines no posee las mismas características.
A 275 años de su muerte, Antonio Stradivarius sigue guardando su secreto, mientras que sus violines son atesorados por los mejores violinistas del mundo y cambian de manos por cifras millonarias.

1 comentario:

  1. Hola
    Me llamo Anibal Martinez,yo compre un violin en 2001 a un abogado que ingreso a usa en 1965,o mejor dicho, le compre dos violines y una guitarra,estos instrumentos(dicho por la sra.y el sr.)tenian guardados 18 anos en el cilin de la casa,la pregunta es,como se lo que en realidad son,nombres,valores etc etc.muchas gracias

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