jueves, 20 de septiembre de 2012

Corrie ten Boom

Corrie ten Boom, una salvadora holandesa

 

El principio de la historia

Nació en 1892 en el seno de una familia profundamente cristiana, cuyos actos de generosidad y compromiso social eran reconocidos desde hacía mucho tiempo. Su casa estaba siempre abierta para aquellos que tuvieran alguna necesidad.
El abuelo de Corrie, Willem, había establecido una relojería en 1837, en el edificio sito en el número 19 de Barteljorisstraat, en Haarlem, Holanda, ciudad en la que ella nació. En la planta baja, sobre la calle, funcionaba el local comercial y en los pisos superiores vivía la familia.
El negocio fue heredado luego por Casper, hijo de Willem, y finalmente por Corrie, quien se convirtió así en la primera mujer relojera holandesa.
Pero no solamente fue una pionera en esas artes. Quizás fue también la primera mujer que dirigió un movimiento de resistencia contra los nazis en su país.

La ”Idea”salvadora

A los 48 años de edad, y al ser testigo de lo que ocurría en Holanda bajo el régimen nacionalsocialista -en especial, la implacable persecución de los judíos-, decidió que debía hacer algo al respecto. Se le ocurrió entonces la forma de auxiliarlos, encontrando inmediato apoyo por parte de su padre y de sus hermanos. Así podría ”resistir” a los nazis pero a ”su” manera, sin violencia de por medio, en un todo de acuerdo con sus principios y su fe cristiana.
¿Cuál fue la idea de Corrie?
Que la vivienda de la familia comenzara a utilizarse como refugio. Unas seis o siete personas podían esconderse allí. En la práctica, y por lo general, cuatro de ellas eran judías y las restantes, miembros de la resistencia holandesa. En algunas ocasiones, estaban sólo por unas pocas horas, como un lugar de espera y tránsito hacia otros lugares seguros; en otras, se quedaban durante meses hasta que lograban partir. Pero una vez que la idea se puso en marcha, la circulación de seres humanos perseguidos se convirtió en algo permanente.

El Refugio

En la segunda planta del edificio, en la propia habitación de Corrie, se construyó un escondite, cuya entrada estaba disimulada por un armario, que consistía en un espacio de alrededor de 2,5 m. de largo por 0,70 m. de ancho. Podía albergar como máximo a unas seis personas en forma simultánea, las que debían permanecer de pie y sin moverse.
Cada vez que sonaba la alarma (un timbre pequeño oculto junto a la escalera), la gente disponía de poco más de un minuto para ocultarse en ese sitio, llevando consigo sus pertenencias. Allí se quedaban hasta que pasaba el peligro, en absoluto silencio y completa inmovilidad.
 
La relojería era una perfecta ”pantalla” para estas actividades, ya que no era llamativo ni sospechoso que, como en cualquier otro negocio, entraran y salieran personas constantemente.
Así fue como poco a poco, Corrie se encontró al frente de una red formada por unas ochenta personas, el grupo ”Beje” (ese era el nombre comercial de la relojería), que buscaba otras casas de holandeses arriesgados y valientes que pudieran dar asilo a la gente como ella misma lo hacía. La mayor parte de su tiempo lo invertía en cuidar de los refugiados, una vez que les encontraba albergue.
Se estima que de esta forma salvó la vida de unos 800 judíos, además de numerosos integrantes de la resistencia holandesa y estudiantes que eran perseguidos porque rehusaban colaborar con los nazis.

La traición

Pero algo sucedió repentinamente y las actividades debieron interrumpirse.
Un día, un hombre entró al negocio de los ten Boom y le dijo a Corrie que él y su esposa eran judíos y que necesitaban dinero para sobornar a un policía. Ella le respondió que podría conseguírselo.
Ese hombre fue quien el 28 de febrero de 1944 los delató a la Gestapo (policía secreta de los nazis). Sus agentes esperaron durante todo el día, vigilando la relojería, y detuvieron a cada una de las personas que se disponía a entrar. Para el anochecer, habían capturado alrededor de treinta prisioneros.
Luego allanaron la casa, donde arrestaron a Corrie, su padre Casper, sus hermanos Willem, Nollie y Betsie y su sobrino Peter, y los condujeron a la cárcel de Scheveningen.
Aunque la Gestapo sospechaba que había gente escondida en alguna parte y revisó cuidadosamente todo el edificio, no consiguieron encontrar el refugio, donde en aquél momento había cuatro judíos (dos hombres y dos mujeres) y dos miembros de la resistencia. Aunque la casa continuó bajo vigilancia, todos pudieron ser rescatados por otros integrantes de la red de Corrie. Durante las 47 horas que pasaron hasta que los liberaron, se las arreglaron para permanecer quietos y silenciosos, prácticamente sin alimentos y sin agua. Los cuatro judíos fueron llevados a otro refugio y tres de ellos sobrevivieron a la guerra. Con respecto a los dos miembros de la resistencia, uno murió poco después y el otro logró sobrevivir.

El destino de los Ten Boom

Ya en prisión, cuando a Casper le fue informado que podía ser condenado a muerte por salvar judíos, declaró: ”Sería un honor dar mi vida por el pueblo elegido de Dios”. Y en cierta forma así fue, ya que murió a los diez días de ser detenido, a los 84 años de edad.
Corrie y su hermana Betsie estuvieron en tres prisiones diferentes durante los siguientes diez meses después de su arresto, hasta que fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbrück, cerca de Berlín, en Alemania.
Betsie, de 59 años, murió al poco tiempo de llegar allí: no logró soportar las privaciones a las que fue sometida.
El hermano, Willem, de 60 años, cuyo ”crimen” había sido colaborar con la resistencia, contrajo tuberculosis durante su estancia en la cárcel y murió poco después de terminar la guerra.
Otro de los sobrinos de Corrie, Christian, de 24 años, fue llevado al campo de Bergen Belsen también acusado de formar parte de la resistencia, y nunca más se supo de él.
De modo que cuatro miembros de la familia ten Boom ofrendaron sus vidas frente al compromiso que habían asumido para salvar las de otros seres humanos.

El destino de Corrie

Pero Corrie volvió.
A fines de 1944, y casi por milagro, su nombre fue incluido en una lista de personas que debían recuperar la libertad. Regresó a Holanda y pudo recobrarse de los problemas de salud contraídos durante el tiempo en que estuvo prisionera. Pasó en su propia casa de Haarlem el último invierno de la guerra, pero no permaneció inactiva. Como ella decia: ”Dios nos dio el amor para ser capaces de perdonar a nuestros enemigos”.
Corrie perdonó. Perdonó la pérdida de sus seres queridos y sus propios sufrimientos, aquellos que le fueron infligidos en la época de su permanencia en el campo de concentración. Y fue más allá. Un día de 1947, en Munich, un hombre quiso saludarla y pretendió estrecharle la mano. Al ver su rostro, lo reconoció de inmediato como uno de los guardianes más crueles de Ravensbrück, uno de los muchos ante los cuales tuvo que desfilar desnuda junto con su hermana Betsie cuando, según los especiales criterios impuestos por los nazis, seleccionaban a la gente que era todavía útil para el trabajo de aquélla que no lo era. ¿Cómo podía darle la mano a ese hombre?. Él le dijo que se había convertido al cristianismo después de la guerra y que creía que Dios lo había perdonado por todas las maldades que cometiera en el campo de concentración, pero que necesitaba que ella personalmente le dijera que lo perdonaba. Corrie lo hizo y le dio la mano.
Y como evidentemente tenía mucho amor para dar, fundó una casa de convalecencia en Bloemendal, destinada a la curación y el reposo de los sobrevivientes.
Sintió que su vida era un regalo de Dios y que necesitaba compartir lo que ella y su hermana Betsie habían aprendido en el campo de concentración: ”No hay dolor tan profundo que el amor de Dios no pueda llegar a él”.
El árbol que plantó Corrie en Yad Vashem, Jerusalem
A los 53 años de edad, Corrie empezó un ministerio mundial para difundir su fe y sus experiencias, que la llevó a viajar por más de 60 países en los siguientes 33 años de su vida.
En 1968, el Museo del Holocausto en Jerusalem (Yad Vashem) le pidió que plantara un árbol en memoria de las muchas vidas de judíos que ella y su familia salvaron. Así lo hizo y ese árbol aún crece allí.
Portada del libro de Corrie en una de sus ediciones en inglés
A principios de la década del 70, su libro ”The Hiding Place” (El Refugio) se convirtió en un best seller.
También se filmó una película basada en su historia en 1975.
Como se dijo anteriormente, Corrie era una mujer que tenía fe en Dios. En 1978 sufrió un accidente cerebrovascular que la dejó paralizada. Murió el 15 de abril de 1983, día en que cumplía 91 años. Es notable que haya partido de este mundo en esa fecha en particular. Según la tradición judía, solamente a la gente muy bendecida por Dios se le concede el privilegio especial de morir en el mismo día de su cumpleaños.

El antiguo ”refugio” transformado en museo

El edificio ubicado en el número 19 de Barteljorisstraat, en Haarlem
 no cambió mucho desde los años ´40. Actualmente es más fácil y rápido ll
egar hasta allí, ya que está a una distancia que equivale a un viaje de sólo quince minutos en tren desde Ámsterdam.
En 1987, la Fundación Corrie ten Boom lo compró y al año siguiente lo abrió al público como museo, ya que se trata de un sitio de gran interés histórico y de fuerte inspiración para los creyentes, donde todavía se conservan como en su época las habitaciones de la casa, con sus muebles, objetos y cantidad de fotografías familiares, el ”refugio” y una exhibición permanente del Movimiento de Resistencia Holandés.
En realidad, volvió a ser ”la casa de puertas abiertas” para todo el mundo, tal y como la concibió la familia ten Boom según sus principios y su fe, ya que la entrada para visitarla es libre y gratuita. Y para mantener la tradición completa, en la planta baja aún funciona la vieja relojería.
La historia de Corrie ten Boom no es nada más (ni nada menos) que la de una mujer común que hizo cosas extraordinarias. Una mujer que todavía hoy, a través de su magnífica obra, nos ayuda a despertar de la negación y la indiferencia que sentimos algunas veces ante los hechos que se producen en el mundo.

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