miércoles, 9 de mayo de 2012

Christopher McCandless



Para los habitantes de grandes ciudades como la nuestra, hay momentos en los que nuestro único contacto con la naturaleza es una plantita en el escritorio o un árbol en la banqueta. Hemos aprendido a vivir entre asfalto, edificios y humo, a tener noches en las que no se ven las estrellas. Sería interesante ver que haría una persona como cualquiera de nosotros viviendo en un ambiente completamente salvaje e incivilizado. Si de pronto decidiera dejar atrás su casa, su coche, y todas y cada una de sus costumbres para vivir solo con la naturaleza.
Esa es la premisa básica de la historia de Christopher McCandless, un personaje real pero a la vez casi mítico que ha sido objeto de admiración, confusión y misterio en estos tiempos. Christopher nació en 1969 en California, en una familia de mucho dinero y también problemas emocionales. Cuando tenía 6 años, se mudó a Virginia con sus padres, quienes desgraciadamente se peleaban muy seguido, marcando su infancia.
Aún con esta situación familiar, Christopher tuvo una juventud positiva, con éxitos escolares y deportivos. Incluso consideraba que correr era como un ejercicio espiritual, como escapar de todos los males del mundo. Sus compañeros se sentían inspirados por su idealismo y sus capacidades. Cursó la carrera de Historia y Antropología en la Universidad exitosamente, y mientras estudiaba empezó a interesarse en las ideas de León Tolstoy y Jack London. Poco a poco, perdió el interés en lo material, al grado de que al salir de la Universidad, decidió cambiar su rumbo por completo.
Christopher donó casi toda su herencia a causas de caridad, se cambió el nombre a Alexander Supertramp, y emprendió un viaje por Estados Unidos, recorriendo Dakota del Norte, Arizona y California. A veces tomaba trabajos temporales, y en ocasiones evitaba todo contacto humano, incluso permitiendo que una inundación se llevara su coche. Durante su viaje su interés verdadero era convivir con la naturaleza, y llevaba una cantidad casi nula de dinero y alimentos. Le bastaba la experiencia del entorno.



Este viaje fue una preparación para su gran sueño: recorrer Alaska. En 1992, Christopher llegó a este remoto estado, y se instaló en una zona desolada, lejos de toda civilización y contacto con la gente. Consideraba que solamente viviendo de esta forma podría encontrarse a sí mismo, sanar de todos los dolores de su infancia, y tener una existencia real, acompañado de la naturaleza. Durante meses vivió así, refugiado en un viejo camión y viviendo de la tierra. Desafortunadamente, la comida empezó a escasear, lo cual se cree que fue la causa de su muerte.
El cuerpo de Christopher McCandless fue encontrado después de semanas de que se le había visto con vida por última vez, y su historia se convirtió casi inmediatamente en una leyenda. Inspiró el libro de Jon Krakauer, Into the Wild (1996), en el que se basa la película del mismo nombre, dirigida por Sean Penn y protagonizada por Emile Hirsch (2007). Tanto en el libro como en la película se puede vivir de cerca la impactante historia de Christopher que, paradójicamente, él vivió completamente solo.
Una experiencia como la de Christopher puede significar cosas muy diferentes para cada persona que se entere de ella, puede inspirar a querer vivir de menos cosas materiales y acercarse a la espiritualidad, o tal vez a tomar medidas poco ortodoxas para encontrarse a uno mismo. Pero tal vez lo principal que pueda aprenderse de Christopher es que la verdadera felicidad es la que puede compartirse, y que la forma de lograr esto es tomar responsabilidad por el mundo en el que vivimos, pues si no lo hacemos, no tendremos nada que compartir. Esa naturaleza que tanto inspiraba a Christopher es nuestra, y no es necesario vivir una experiencia tan extrema como la de él para entender que debemos cuidarla.

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