viernes, 27 de abril de 2012

Zygmunt Bauman




Bauman dice que esta es una sociedad “líquida”, en la que mantenemos relaciones “líquidas” con el trabajo y con nuestro entorno social. La metáfora de lo líquido es lo más querido para Bauman: la desarrolla en un buen número de los libros que ha publicado. La vida líquida, que es la que ahora nos ocupa es aquella en la que “las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos o en unas rutinas determinadas”. Es decir, es una vida en la que nada dura lo suficiente, en la que hay que estar constantemente pendiente para ver de que lado sopla el viento y actuar en consecuencia, porque si no, nos podemos quedar rezagados, podemos vernos excluidos de la rueda, y caer entre los prescindibles, una “infraclase” compuesta por quienes no participan en el sistema, puros residuos humanos.
La lógica del sistema es el consumo. Pero lo más importante no es la adquisición de las cosas, su posesión, sino ser capaz de desprenderse de ellas con la suficiente rapidez. Saber librarse de las cosas prima sobre saber adquirirlas. De todas las cosas. Bauman habla incluso de que el amor funciona también mediante esta lógica: el principal problema consiste en ser capaz de deshacerse de una relación con la agilidad suficiente. El ritmo de consumo (de cualquier cosa, puesto que todo, absolutamente todo, se entiende como mercancía) es cada vez más vertiginoso. Y nos obliga a estar pendientes para no quedarnos con aquello que hoy ya no vale, aunque ayer fuera imprescindible. Una de las características de nuestro tipo de vida es el temor a quedarnos rezagados, a perder pie y vernos arrastrados fuera del sistema.
Para Bauman existen fundamentalmente dos clases sociales. Una élite internacional que maneja el conocimiento necesario y se mueve con agilidad en una sociedad de valores cambiantes. Es una clase despreocupada, segura en este tipo de sociedad, puesto que maneja (impone) las claves que controlan todo. Otra es la antigua clase media, los que con gran esfuerzo conquistaron una posición más cómoda y que ahora, en esta nueva “vida líquida” del capitalismo tardío, ven como todo aquello que daba solidez a sus vidas desaparece. Abrumados por la incertidumbre, no tienen más remedio que jugar el juego que se les impone, so pena de precipitarse al abismo de la “infraclase”.

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