jueves, 23 de febrero de 2012

Xavier Velasco

Pero así como le gusta picarle la panza a la muerte, quiere tanto la vida que se deshizo de la Katana 1100: "El narrador no se puede morir porque se acaba el juego, y el juego no se puede terminar. Lo único que no puedo hacer es incurrir en experiencias de las que no hay regreso. Por eso nunca probé la heroína. Siempre hay que saber qué bardas no se puede brincar el narrador". Y aun cuando se ha autorizado el riesgo como formación literaria, sabe que ha llegado tarde a muchas situaciones en la vida —a las mujeres, hasta la preparatoria; al reconocimiento literario, frisando los cuarenta—, y por ello pide que la vida lo recompense muriéndose tarde. Pero, aun midiendo los riesgos, deja una advertencia a sus lectores: "El día en que no me meta en problemas y mis experiencias provengan únicamente de la lectura, ese día ya no me lean".

—¿Eres un intelectual? —pregunto.


—No. Soy un artista. El intelectual tiene que mantener una congruencia ideológica, tiene responsabilidades en ese sentido. El artista está loco y ése es su trabajo. Ése soy yo. \\

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