miércoles, 30 de abril de 2014
Deja de crear enfermedad
Sánate a ti mismo en 15 días: Deja de crear enfermedad – Parte 8
Veronica December 27, 2013 Sánate a ti mismo 3 Comments
También parece demasiado simple: Para lograr una salud duradera, sólo tienes que dejar de crear enfermedad. Pero el concepto es ajeno para la mayoría de las personas: ¿Creando enfermedad? ¿Por qué estaría creando enfermedad?
Los consumidores en general, han sido entrenados por la industria médica para creer que la enfermedad ocurre espontáneamente, sin una causa real. Un día no tienes nada de malo, y de repente al día siguiente te diagnostican cáncer de mama. Shazam! Igual como haber sido golpeado por un rayo… (y no es culpa tuya, te dicen – no hay nada que pudieras haber hecho al respecto…)
Eso es lo que ellos quieren que creas, de todos modos. Pero la verdad es muy diferente: Todas las enfermedades degenerativas más comunes – cáncer, diabetes, enfermedades del corazón, enfermedad de Alzheimer, etc – tardan muchos años en crecer y expandirse. Un tumor de cáncer puede tardar 10 años (o incluso más) antes de que crezca hasta el tamaño que se mostrará en una mamografía. Eso significa que el tumor ha estado “en construcción” por una década!
Durante ese tiempo, el paciente ha estado “haciendo el cáncer” sobre una base diaria.
Por cierto , he sacado prestado este concepto del Dr. Thomas Lodi, un médico brillante especialista en cáncer que tiene una presentación llamada “Stop Making Cancer” Puedes revisar su clínica en Arizona en http://www.anoasisofhealing.com o ver su discurso por ti mismo en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=QKH_bCa_hok
El concepto de “Stop Making Cancer” del Dr. Lodi es tan poderoso y simple que lo tomé prestado para este artículo (con el crédito, por supuesto) y lo expandí a todas las enfermedades degenerativas. Si quieres estar sano, dejar de hacer enfermedad!
Cómo se fabrica la enfermedad
Cómo se fabrica la enfermedad
Al leer esto, lo primero que te preguntarás es, “¿Cómo puedo dejar de hacer la enfermedad?”
Para responder a esta pregunta, sin embargo, es necesario entender cómo se crea la enfermedad en el primer lugar. Toda enfermedad comienza con un desequilibrio en la mente o el cuerpo (que puede originarse en cualquiera lugar y luego extenderse a otro).
La enfermedad puede ser desencadenada por una deficiencia nutricional (no suficiente vitamina D, por ejemplo), o un exceso alimentario (mucha leche homogeneizada). Puede ser causado por un estado emocional como la ira o el estrés que luego se extiende a los tejidos y comienza a crear la enfermedad en el cuerpo físico.
La mayor parte de la enfermedad que se está “fabricando” en los cuerpos de las personas hoy en día se crea a través de factores controlables: Lo que las personas comen, a qué productos químicos se exponen también, la cantidad de ejercicio que realizan (o no), su estado de ánimo, qué suplementos toman (o no toman) y así sucesivamente.
Hay una receta para la creación de cada enfermedad. Si quieres fabricar diabetes tipo 2, por ejemplo, la receta es muy simple:
Cómo fabricar diabetes:
• Bebe muchos líquidos azucarados y jarabe de maíz de alta fructosa.
• Consume una gran cantidad de calorías vacías (comida chatarra).
• Evita cualquier tipo de ejercicio. Vive un estilo de vida sedentario.
• Vive en el interior. Evita el sol y el mundo natural.
• Manten las deficiencias nutricionales envitamina D, selenio, zinc y los nutrientes de origen vegetal.
• Consume una gran cantidad de calorías vacías (comida chatarra).
• Evita cualquier tipo de ejercicio. Vive un estilo de vida sedentario.
• Vive en el interior. Evita el sol y el mundo natural.
• Manten las deficiencias nutricionales envitamina D, selenio, zinc y los nutrientes de origen vegetal.
Si haces esto durante bastante tiempo, comenzarás a fabricar diabetes. Y en poco tiempo, se te diagnosticará oficialmente por un médico que va a decir algo así como: “Eres diabético”. (Que no es realmente cierto. No te defines por una enfermedad. Sólo estás expresando una cierta fisiología que ha sido nombrada una enfermedad).
Si quieres hacer cáncer, hay una receta diferente:
Cómo hacer cáncer:
• Exponerte a radiación (mamografías, tomografías, radiografías, etc.)
• Comer alimentos que causan cáncer como el tocino, las carnes procesadas y alimentos con conservantes químicos.
• Evita todos los nutrientes contra el cáncer como superalimentos, hongos medicinales, espirulina, etc
• Evita la luz solar. Continúa con deficiencia de vitamina D.
• Utiliza un montón de productos de cuidado personal tóxicos hechos con sustancias químicas cancerígenas.
• Vive un estilo de vida de alto estrés.
• Comer alimentos que causan cáncer como el tocino, las carnes procesadas y alimentos con conservantes químicos.
• Evita todos los nutrientes contra el cáncer como superalimentos, hongos medicinales, espirulina, etc
• Evita la luz solar. Continúa con deficiencia de vitamina D.
• Utiliza un montón de productos de cuidado personal tóxicos hechos con sustancias químicas cancerígenas.
• Vive un estilo de vida de alto estrés.
Haz estas cosas durante el tiempo suficiente y obtendrás cáncer.
Del mismo modo, hay una receta para cada enfermedad degenerativa grave, incluyendo cálculos renales (beber muchos refrescos), cáncer de cerebro (beber sodas diet), obesidad (come más MSG), enfermedad hepática (toma más fármacos) y así sucesivamente.
Así que si deseas hacer enfermedad, es algo muy simple de hacer. Sorprendentemente, la mayoría de las personas están siguiendo estas recetas de la enfermedad en estos momentos!
Están viviendo el estilo de vida “Hacer más enfermedad”! Cada vez que engullen un poco de tocino, o comen alimentos procesados, o utilizan productos de cuidado personal convencionales, están creando la enfermedad en sus cuerpos!
La enfermedad no aparece inmediatamente, por supuesto. Se necesitan muchos años para que el envenenamiento diario del cuerpo sea diagnosticados como enfermedad. Pero no se equivoquen acerca de los orígenes de esa enfermedad: El cuerpo fabricó la enfermedad durante muchos años!
Así que cuando los doctores dicen a sus pacientes “No hay nada que pudieras haber hecho para prevenir esto” en realidad le están mintiendo a sus pacientes. Por supuesto que hay algo que puedes hacer! Puedes dejar de hacer la enfermedad antes de que se salga de control.
A los médicos convencionales generalmente no les gusta reconocer esto porque sería dar a los pacientes la idea de que tienen el control sobre su propia salud. La mayoría de los médicos convencionales prefieren creer la Gran Mentira que dice que los médicos controlan tu salud, o de que la enfermedad golpea al azar, sin causa. Y por lo tanto tú no tienes control sobre tu propia salud y dependes de la medicina occidental para tomar responsabilidad por tu salud.
Es un sistema de creencias específicamente diseñado para atraparte en un sistema de dependencia médica. Afortunadamente, puedes liberarte de la esclavitud médica…
Cómo dejar de hacer enfermedad
Cómo dejar de hacer enfermedad
Cada día, dependiendo de lo que comes, bebes, o pones en tu cuerpo, estás avanzando hacia la enfermedad o bien lejos de la enfermedad. La manera de dejar de hacer enfermedad, entonces, es detener cualquier acción que te mueven hacia la enfermedad y, en cambio, emprender acciones que te alejan de la enfermedad (y hacia la mejora de la salud).
Una vez que llenas tu cuerpo con vida, jugos curativos, luz solar y ejercicio regular, apagarás toda clase de procesos químicos de “creación de enfermedad” en tu fisiología. Y vas a activar los procesos de curación que se mueven hacia la salud para toda la vida. Esta es la forma que empiezas a hacer salud en lugar de enfermedad.
Cuanto más persigues un estilo de vida saludable basado en súper alimentos, suplementos nutricionales, alimentación saludable y evitando productos farmacéuticos, vacunas, productos de cuidado personal corrientes y otros venenos, más rápido se acelerará tu recuperación! Más allá de la mera interrupción de la fabricación de enfermedad, una vez que tu cuerpo alcanza un cierto nivel de vitalidad, comenzará automáticamente a revertir la enfermedad. Tumores de cáncer en tu cuerpo, en otras palabras, literalmente se desvanecerán con el tiempo. Las enfermedades del corazón se pueden curar. La diabetes puede desaparecer. La función cognitiva se restaurará . Estos son sólo algunos de los muchos beneficios que puedes experimentar cuando la auto-sanación está en pleno apogeo.
¿Qué receta vas a elegir?
¿Qué receta vas a elegir?
Ves, hay una receta para la enfermedad, pero hay también una receta para la salud excepcional. ¿Qué receta vas a elegir?
La mayoría de la gente sin advertirlo escoge una receta para la enfermedad (es la receta que todos los demás están siguiendo, así que es fácil de seguir). Y porque siguen la receta, reciben los resultados de esa receta. Es por eso que la enfermedad no debería sorprender a nadie que conozca estas recetas. Si sigues la receta, obtendrás los resultados (buenos o malos).
Así que depende de ti decidir qué receta deseas seguir. Puedes elegir entre todas las distintas recetas para la enfermedad – que incluyen enormes cantidades de alimentos chatarra, productos farmacéuticos, productos de cuidado personal y un aluvión de vacunas – o puedes optar por seguir la receta para una buena salud. Esa receta se basa en una nutrición sana, frutas y verduras frescas, tiempo al aire libre en la naturaleza, luz del sol real en tu piel, suplementos nutricionales específicos, ejercicio regular y eliminación de productos químicos de tu cuerpo. Es una receta sencilla, de sentido común que cualquier persona puede optar por seguir en cualquier momento.
En el momento que inicias la búsqueda de la receta para la salud, comenzarás a ver resultados. Y cuanto más tiempo persigues esta receta, más se acelerarán tus resultados positivos.
Pregúntale a tu médico
Recuerda esto la próxima vez que tu médico u otro profesional de la salud te da consejos. Después de recibir su consejo, pregúntate: “¿Es esta una receta para la salud o para la enfermedad? ”
Si el consejo incluye una gran cantidad de radiación, quimioterapia, fármacos, cirugía o inyecciones de algún tipo, es probable que no describa una receta para la salud. Ten cuidado con cualquier consejo que no resuene con los principios simples de salud de sentido común… como no irradiarte a ti mismo. No envenenarse (quimio) . No te cortes el cuerpo (cirugía). No utilice productos químicos para controlar tu fisiología (productos farmacéuticos). Usalos sólo como último recurso, cuando todas las demás opciones se han agotado.
Ciertamente, si sufres algún tipo de accidente como una pierna rota, entonces es perfectamente aceptable someter a la cirugía necesaria, anestesia u otros elementos de la atención médica aguda. Yo no estoy en contra de la utilidad de la medicina occidental en situaciones de atención de emergencia. Pero cuando se trata de hábitos de salud a largo plazo, ten en cuenta que los productos farmacéuticos, mamografías, quimioterapia, vacunas y la mayoría de las cirugías son en realidad componentes de la receta para la enfermedad. Así que si decides seguir ese camino, no te sorprendas por el resultado.
Por cierto, siguiendo la receta para la salud puede que necesites más autodisciplina y madurez que seguir la receta para la enfermedad, pero es mucho más gratificante. Por un lado, llegas a vivir más tiempo. Mejor aún, llegas a vivir más feliz y saludable durante todos esos años. Y no es que por eso que básicamente estamos todos interesados en la salud en el primer lugar?
Hay una receta para la salud perfecta. Es una receta que está disponible para ti en este momento, y es la misma receta que detendrá a tu cuerpo de manufacturar enfermedad. Sigue esa receta para una buena salud y experimentarás mucho más placer en tu vida, no importa el tiempo que vivas.
http://www.empoderasalud.com/sanate-a-ti-mismo-en-15-dias-deja-de-crear-enfermedad-parte-8/
martes, 29 de abril de 2014
Heal yourself
Heal yourself in 15 days by rejecting the crowd (part seven)
(NaturalNews) This article continues with part seven of our 15-day "Heal Yourself" series. It begins with the idea of observing the poor health of the mainstream crowd: Do you want to be as diseased as they are? If so, simply do what they do!
Let's face it: The "mainstream consumer" isn't very healthy. People who follow mainstream health information from the mainstream media are the most diseased people of all. They eat processed junk foods, they take lots of dangerous pharmaceuticals, they routinely get vaccinated and they completely fail to protect their health with nutritional supplements, superfoods or fresh living foods.
These are the people supporting the pharmaceutical industry, the cancer industry, the diabetes industry and the heart disease industry. Through their suffering and death, they keep the medical system alive and profitable. And if you want to be healthy, these are precisely the people you need to reject in order to be safe and healthy yourself.
This is how people end up drinking sugary sodas, eating at fast food restaurants, drinking pasteurized milk and living on processed junk foods. This is how they end up eating microwaveable popcorn, or drinking diet sodas or consuming "processed cheese food."
This is what causes people to get vaccines that they don't need or take dangerous prescription medications that might harm them (or kill them). Crowds as a whole aren't very intelligent -- even when individual members of the crowd might be highly intelligent on their own! And if you follow the mainstream consumer crowd without thinking for yourself, you can only expect the same outcome the crowd is experiencing: Degenerative disease, pharmaceutical dependency and medical bankruptcy.
That's why achieving lasting health means distancing yourself from the mainstream crowd and in many cases doing the opposite of what they do.
When the mainstream crowd rushes to get free chicken at KFC because Oprah announced it on her show, do the opposite and go drink a smoothie or something.
When the mainstream crowd rushes to be subjected to mammography radiation (which actually promotes breast cancer), do the opposite and get a far safer thermograph (or just take a healthy dose of anti-cancer vitamin D and stop living your life in fear of cancer).
When the mainstream crowd pops pills for depression, cholesterol and high blood pressure, do the opposite and take nutritional supplements that nourish the body instead of poisoning it.
Basically, watch what the mainstream consumers do and make a conscious effort to do the opposite (in most cases, anyway).
In my view, you should never follow any crowd just because it's a crowd. That includes the raw food crowd, the yoga crowd, the vegetarian crowd, etc. Instead, think for yourself about what makes sense to you. And then, if your conclusions match their conclusions, it's okay to join that group (or hang out with that crowd) as long as you continue to invoke a reality check from time to time. Make sure that what the crowd is doing always makes good sense to you and you won't be blindsided by crowd stupidity.
Crowds usually aren't very smart. But YOU are! You have the ability to think for yourself, to change your mind at any time, to improve your decisions, to upgrade or downgrade your lifestyle, etc. Exercise these gifts where appropriate, and don't be afraid to try out new eating habits, new exercise schedules and new approaches to self care. Find out what works best for you, regardless of whether a "crowd" exists that practices the same thing.
Don't be a mindless health nut, in other words. Be mindfully health conscious and go with what works best for you rather than what's popular or cool.
Think about this the next time you're about to get your breast pancaked at the mammography clinic. "Does irradiating my breasts really make good sense?" Of course it doesn't. People only do it because they are going along with the mainstream crowd. And the crowd is clueless about breast health, ionizing radiation, vitamin D or cancer prevention.
So be smart. Be an individual. And be brave enough to reject the crowd and do something different that's probably a whole lot safer and healthier.
Getting sunlight on your skin to generate vitamin D is rejecting the crowd. And yet it's the very best way to prevent cancer for FREE!
Learn more: http://www.naturalnews.com/028136_self_healing_crowd_psychology.html##ixzz30IsQmZm9
(NaturalNews) This article continues with part seven of our 15-day "Heal Yourself" series. It begins with the idea of observing the poor health of the mainstream crowd: Do you want to be as diseased as they are? If so, simply do what they do!
Let's face it: The "mainstream consumer" isn't very healthy. People who follow mainstream health information from the mainstream media are the most diseased people of all. They eat processed junk foods, they take lots of dangerous pharmaceuticals, they routinely get vaccinated and they completely fail to protect their health with nutritional supplements, superfoods or fresh living foods.
These are the people supporting the pharmaceutical industry, the cancer industry, the diabetes industry and the heart disease industry. Through their suffering and death, they keep the medical system alive and profitable. And if you want to be healthy, these are precisely the people you need to reject in order to be safe and healthy yourself.
Don't follow the crowd off the edge of the cliff
The mainstream crowd, you see, isn't very well informed when it comes to health. Crowd psychology tells us that people tend to follow whatever the crowd is doing for no reason other than the fact the crowd is doing it. The human mind figures, "Well, if the crowd is doing that, there must be a good reason for it," and so people just go along with practically anything as long the crowd supports it.This is how people end up drinking sugary sodas, eating at fast food restaurants, drinking pasteurized milk and living on processed junk foods. This is how they end up eating microwaveable popcorn, or drinking diet sodas or consuming "processed cheese food."
This is what causes people to get vaccines that they don't need or take dangerous prescription medications that might harm them (or kill them). Crowds as a whole aren't very intelligent -- even when individual members of the crowd might be highly intelligent on their own! And if you follow the mainstream consumer crowd without thinking for yourself, you can only expect the same outcome the crowd is experiencing: Degenerative disease, pharmaceutical dependency and medical bankruptcy.
That's why achieving lasting health means distancing yourself from the mainstream crowd and in many cases doing the opposite of what they do.
You'll be healthier by doing the opposite of the mainstream
When the mainstream crowd rushes to get vaccinated against a hyped-up, non-emergency "pandemic", just do the opposite and don't get vaccinated.When the mainstream crowd rushes to get free chicken at KFC because Oprah announced it on her show, do the opposite and go drink a smoothie or something.
When the mainstream crowd rushes to be subjected to mammography radiation (which actually promotes breast cancer), do the opposite and get a far safer thermograph (or just take a healthy dose of anti-cancer vitamin D and stop living your life in fear of cancer).
When the mainstream crowd pops pills for depression, cholesterol and high blood pressure, do the opposite and take nutritional supplements that nourish the body instead of poisoning it.
Basically, watch what the mainstream consumers do and make a conscious effort to do the opposite (in most cases, anyway).
Don't leap from one mindless crowd to another
While you're doing all this, be careful not to leap from one mindless crowd to another. In rejecting the mainstream crowd, in other words, don't fall blindly into following another crowd, even if it's a "healthy" crowd.In my view, you should never follow any crowd just because it's a crowd. That includes the raw food crowd, the yoga crowd, the vegetarian crowd, etc. Instead, think for yourself about what makes sense to you. And then, if your conclusions match their conclusions, it's okay to join that group (or hang out with that crowd) as long as you continue to invoke a reality check from time to time. Make sure that what the crowd is doing always makes good sense to you and you won't be blindsided by crowd stupidity.
Crowds usually aren't very smart. But YOU are! You have the ability to think for yourself, to change your mind at any time, to improve your decisions, to upgrade or downgrade your lifestyle, etc. Exercise these gifts where appropriate, and don't be afraid to try out new eating habits, new exercise schedules and new approaches to self care. Find out what works best for you, regardless of whether a "crowd" exists that practices the same thing.
Don't be a mindless health nut, in other words. Be mindfully health conscious and go with what works best for you rather than what's popular or cool.
Check in with yourself from time to time
Most of all, if you ever find yourself going along with the mainstream crowd -- like waiting in line at a crowded vaccine clinic -- it might be a good idea to pinch yourself and engage in a little lucid thinking by asking questions like, "Should I really be here? Does this really make sense? Is there a safer, more natural alternative that I could explore instead?"Think about this the next time you're about to get your breast pancaked at the mammography clinic. "Does irradiating my breasts really make good sense?" Of course it doesn't. People only do it because they are going along with the mainstream crowd. And the crowd is clueless about breast health, ionizing radiation, vitamin D or cancer prevention.
So be smart. Be an individual. And be brave enough to reject the crowd and do something different that's probably a whole lot safer and healthier.
Getting sunlight on your skin to generate vitamin D is rejecting the crowd. And yet it's the very best way to prevent cancer for FREE!
Learn more: http://www.naturalnews.com/028136_self_healing_crowd_psychology.html##ixzz30IsQmZm9
Fernando Pessoa
Between the tree and seeing it,
Where is the dream?
What bridge's arch observes God
More? . . . And I am downcast,
Not knowing if the bridge's curve
Is the horizon's . . .
Between life and what is living,
Toward what side does the river flow?
Trees with leaves laden,
Between Treeness and all this, what's the thread?
Doves in flight, is the dovecote
Ever to their right, or is it real?
God is a huge Interval,
But between what and what? . . .
Between my speech and speechlessness,
Do I exist? Who is it sees me?
I stray . . . And the dovecote up above,
Is it around the dove, or to one side?
lunes, 28 de abril de 2014
Bernard von NotHaus
Bernard von NotHaus: The ‘Domestic Terrorist’ You Can Call a Hero
BY JEFFREY TUCKER / ON SEPTEMBER 11, 2013 AT 5:35 PM
IN CURRENCIES, LIBERTARIAN, MONEY & WEALTH /
IN CURRENCIES, LIBERTARIAN, MONEY & WEALTH /
I dreamed I saw Bernard von NotHaus, alive as you or me.
Said I, ‘But Bernard, you’ve been jailed two years.’
‘I never was,’ said he.
Bernard has been the called the Rosa Parks of the alternative money movement. More than 10 years ago, he had this idea that he would make his own money – not the fake stuff we are used to, but the real stuff made of actual silver. He called his currency the Liberty Dollar (and why not, since there is no trademark on the word dollar?).
The feds raided him in in 2006. In 2007, the government outright stole 2 tons of coins from him, many of them featuring an image of Ron Paul, plus 500 silver coins and 50 gold coins. They threw him in jail and dragged his name through the mud many times.
He was later convicted of making counterfeit coins – an ironic conviction given that he was making silver coins to compete with official coins made out of scrap metal. That conviction was in March 2011, fully 2½ years ago. The government labelled him a ‘domestic terrorist’. Yet – and this is what amazed me – he still hasn’t been sentenced. He walks around as free as you or me.
Truly, I was stunned. I was sitting at a wonderful gathering in San Diego, Calif., called Libertopia. It is several days of lectures, exhibits, and panels, along with lots of socialising, by libertarians of many different stripes. I had just finished giving a talk and was sitting out on a puffy chair underneath an outdoor awning.
Up walked a thin, lively, bearded man who came right up and introduced himself. My jaw dropped. I got up and said the first thing that came to mind: ‘My God, man, you are a hero,’ and he blushed sweetly. I asked how it was that he was not in jail. He explained his saga without pathos or fear, and full of confidence that he would be exonerated.
After all, the feds threw every conceivable charge at him. The jury didn’t buy it, but finally did have to admit the he seemed to be producing and distributing what claimed to be dollars, but differed rather substantially from US government dollars.
That was the basis of the counterfeiting claim. The claim alone implies that somehow he was tricking people, which is ridiculous, since the whole reason his coins were marketable was precisely because his customers knew that his coins were real and, in this respect, differed completely from what the US government distributes.
Think about the many distributive technologies that came out in these frontier days in which a new world was being born. All the internet giants were being born during these years. Other services were simply distributive, such as Napster, which completely revolutionised music distribution, but was crushed by the feds in 2001.
The result was the deep entrenchment of distributed network file sharing, which is more ubiquitous than ever before. All these movements were about challenging the status quo in a fundamental way, the daring decision to take on state-blessed institutions and tap into the power of the consuming public to choose private over public services.
The movement was not killed, despite every attempt. What it actually did was change the whole way we get our services, use the internet, and engage each other in our social and economic lives. In a rapid and thrilling way, we began to see all the ways in which power could be devolved away from the elites and toward the people. It has left a permanent mark on the world.
The Liberty Dollar was part of this movement. For decades, some very high-level intellectuals had taken note of the decline of the quality of money, from about, oh, 1913, all the way to the advent of pure paper money in 1971.
The inflation of the late 1970s made the point: There has to be a better way. Economist F.A. Hayek wrote that it was entirely possible that a high-quality private money could compete with a government money.
But who would step out and make the attempt? What entrepreneur would dare come forward and offer up an alternative as a product in the consumer market?
Bernard von NotHaus was the man. There is nothing illegal about minting silver into round shapes and putting pictures on them. It’s not even clear that there is anything wrong with calling it a dollar, provided he didn’t try to claim it was a government dollar. And this is exactly what he did.
The money monopolists in Washington went absolutely nuts about this. They threw the book at him, and added some of the most hilarious rhetorical flourishes that one can imagine.
The attorney who prosecuted the case for the government said the following:
‘Attempts to undermine the legitimate currency of this country are simply a unique form of domestic terrorism. While these forms of anti-government activities do not involve violence, they are every bit as insidious and represent a clear and present danger to the economic stability of this country. We are determined to meet these threats through infiltration, disruption, and dismantling of organizations which seek to challenge the legitimacy of our democratic form of government.‘
A present danger? More like a present solution. The paper dollar hasn’t brought economic stability, but precisely the opposite. It’s been a long string of terrible booms and busts, bubbles and explosions since that fateful day when the gold backing of the dollar was completely removed.
The notion that government was trying to protect a marvellous system against domestic terrorism is mind-boggling, since the truth is rather obvious: The government was trying to protect a terrible system from being overthrown by competition.
But they stopped Bernard, right? Didn’t he fail? He can be very confident in knowing that he made a gigantic mark in history. He demonstrated that it could be done. He threw a model out there that would not go away.
And only two years after the looting of his business, an ambitious computer programmer created a code protocol that became what is now known as Bitcoin.
But the inventor of Bitcoin – whose identity is either completely unknown or one of the best kept secrets in history – knew better than to operate like a business. He made not silver rounds, but digital units.
He didn’t store these units in one place, but rather had them live on a globally distributed network that no government can shut down. He relied not on a third-party transmitter, but instead made it possible for this new currency to be traded peer to peer.
Bitcoin is a brilliant combination of the Liberty Dollar’s soundness and Napster’s distribution methods, with a few extra features thrown in to protect it against shutdowns.
In other words, Bernard von NotHaus took one for the sound-money team, and, in time, the world will see that his instincts were exactly right. Monopolies can’t last.
Not even the world’s most powerful government can keep quality and consumer preference at bay forever. His idea pointed to a bright future in a revolutionary way. The revolution will not occur with guns and battles, but through enterprise, entrepreneurship, and a billion tiny acts of peaceful consumer choice.
When I think of this sweet, inauspicious, brilliant man, I can’t help but smile. He is not a revolutionary in the mold of Lenin or Napoleon or even a fulminating media figure. His mode is to make something cool and offer it to people.
It’s the American way, and it’s the height of hypocrisy that he would be persecuted in the Land for the Free simply for having made a better mousetrap.
This is why he is a legend. This is why he will go down in history. And perhaps this is why he continues to wait for his sentencing to take place.
Regards,
Jeffrey Tucker
for The Daily Reckoning Australia
for The Daily Reckoning Australia
Ed Note: The ‘Domestic Terrorist’ You Can Call a Hero originally appeared in The Daily Reckoning USA.
domingo, 27 de abril de 2014
Emily Dickinson
There is another sky,
Ever serene and fair,
And there is another sunshine,
Though it be darkness there;
Never mind faded forests, Austin,
Never mind silent fields -
Here is a little forest,
Whose leaf is ever green;
Here is a brighter garden,
Where not a frost has been;
In its unfading flowers
I hear the bright bee hum:
Prithee, my brother,
Into my garden come!
I had no time to Hate ―
Because
The Grave would hinder Me ―
And Life was not so
Ample I
Could finish ―Enmity―
Because
The Grave would hinder Me ―
And Life was not so
Ample I
Could finish ―Enmity―
Nor had I time to Love ―
But since
Some Industry must be ―
The little Toil of Love ―
I thought
Be large enough for Me ―
But since
Some Industry must be ―
The little Toil of Love ―
I thought
Be large enough for Me ―
viernes, 25 de abril de 2014
jueves, 24 de abril de 2014
ELENA PONIATOWSKA
Discurso íntegro de Elena Poniatowska al recibir el Premio Cervantes
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.
Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.
Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.
La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.
A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.
María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.
Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato”.
Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema “Primero sueño”. Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.
Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela- testimonio “Hasta no verte Jesús mío”, no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.
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Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el “Marqués de Comillas”, el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México” —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.
Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”
Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora: “Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”
Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.
Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra “gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los jardines son un
3
pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.
¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.
Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la ventera. Antes, en México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo: “Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en tren”.
4
Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde, Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido. “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.
La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para tanto.
Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.
“¿Quien anda ahí?” “Nadie”, consignó Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”. Muchos mexicanos se ningunean. “No hay nadie” —contesta la sirvienta. “¿Y tú quien eres?” “No, pues nadie”. No lo dicen para hacerse menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla. Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar
5
escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me respondió: “Pues póngame nomás Juan”, no sólo porque no quería singularizarse o temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es también un silencio de siglos de olvido y de marginación.
Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para montarse en el tren de la muerte llamado “La Bestia” con el sólo fin de cruzar la frontera de Estados Unidos.
En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una “Homérica Latina” en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en “angelitos santos”, la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador de zapatos —en México los llamamos boleros—. El novelista José Agustín declaró al regresar de una universidad norteamericana: “Allá, creen que soy un limpiabotas venido a más”. Habría sido mejor que dijera “un limpiabotas venido a menos”. Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy por hoy en qué grado depende
6
de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla literaria ha sido ganada por los chicanos.
Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz en 1981, Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en 2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.
Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre amigos quisiera contarles que tuve un gran amor “platónico” por Luis Buñuel porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri —cárcel legendaria de la ciudad de México—, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados “conejos”, nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.
Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.
Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”.
Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.
7
El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.
A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: —Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?
Paula le dijo su edad y Luna insistió:
—¿Antes o después de Cristo?
Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el “Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.
A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.
En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro repetía las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.
Muchas gracias por escuchar.
http://www.proceso.com.mx/?p=370413
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.
Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.
Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.
La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.
A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.
María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.
Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato”.
Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema “Primero sueño”. Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.
Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela- testimonio “Hasta no verte Jesús mío”, no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.
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Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el “Marqués de Comillas”, el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México” —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.
Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”
Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora: “Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”
Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.
Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra “gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los jardines son un
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pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.
¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.
Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la ventera. Antes, en México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo: “Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en tren”.
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Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde, Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido. “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.
La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para tanto.
Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.
“¿Quien anda ahí?” “Nadie”, consignó Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”. Muchos mexicanos se ningunean. “No hay nadie” —contesta la sirvienta. “¿Y tú quien eres?” “No, pues nadie”. No lo dicen para hacerse menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla. Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar
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escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me respondió: “Pues póngame nomás Juan”, no sólo porque no quería singularizarse o temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es también un silencio de siglos de olvido y de marginación.
Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para montarse en el tren de la muerte llamado “La Bestia” con el sólo fin de cruzar la frontera de Estados Unidos.
En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una “Homérica Latina” en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en “angelitos santos”, la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador de zapatos —en México los llamamos boleros—. El novelista José Agustín declaró al regresar de una universidad norteamericana: “Allá, creen que soy un limpiabotas venido a más”. Habría sido mejor que dijera “un limpiabotas venido a menos”. Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy por hoy en qué grado depende
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de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla literaria ha sido ganada por los chicanos.
Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz en 1981, Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en 2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.
Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre amigos quisiera contarles que tuve un gran amor “platónico” por Luis Buñuel porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri —cárcel legendaria de la ciudad de México—, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados “conejos”, nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.
Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.
Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”.
Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.
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El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.
A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: —Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?
Paula le dijo su edad y Luna insistió:
—¿Antes o después de Cristo?
Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el “Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.
A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.
En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro repetía las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.
Muchas gracias por escuchar.
http://www.proceso.com.mx/?p=370413
miércoles, 23 de abril de 2014
Charles Bukowski
FRIENDLY ADVICE TO A LOT OF YOUNG MENGo to Tibet
Ride a camel.
Read the bible.
Dye your shoes blue.
Grow a beard.
Circle the world in a paper canoe.
Subscribe to The Saturday Evening Post.
Chew on the left side of your mouth only.
Marry a woman with one leg and shave with a straight razor.
And carve your name in her arm.Brush your teeth with gasoline.
Sleep all day and climb trees at night.
Be a monk and drink buckshot and beer.
Hold your head under water and play the violin.
Do a belly dance before pink candles.
Kill your dog.
Run for mayor.
Live in a barrel.
Break your head with a hatchet.
Plant tulips in the rain.But don’t write poetry.
Sense of purpose
Years ago, I asked a young boy begging on the streets of India what he wanted most in the world. His answer was simple: “a pencil.” I reached into my backpack and handed him one of my own, and immediately saw his eyes light up with possibility. In that moment, I felt a sense of purpose that has driven my actions ever since.
Here are three essential steps to unlock your sense of purpose and become unstoppable.
1. Get out of your comfort zone.
Go beyond the places that make you feel safe. When you do this, you’ll discover who you are and what makes you feel most alive. When I left the comforts of home to travel through the developing world as a college student, I soon began to immerse myself only in the experiences that spoke to a sense of meaning. It was through creating separation from my normal life that I found a connection to what I was most passionate about. Giving up normalcy and complacency is sometimes difficult, but the rewards greatly outweigh the costs.
2. Speak the language of the person you seek to become.
Most people speak in past references and present acknowledgments. But those who live with profound purpose speak in the future tense as if they’re pulling themselves toward the person they seek to become. You’ll rapidly discover that your words become your actions and your actions manifest into your legacy. Once you discover who you want to become, speak with the fervor of that future self and gradually you’ll live your way into the life you want most.
3. Choose to make your life a story worth telling.
As humans, we are natural storytellers, and the tales of our experiences are ones that we should be excited to tell. Although most great stories require overwhelming odds of failure, it’s within the contours of uncertainty that life’s magic is discovered. Fight for what you believe in and surround yourself with people who help you grow. Because one day all of your possessions will fade away, but the strength of your legacy and the story of your life will remain. Make it a beautiful one.
“For anyone looking to transform the world, this book will show you how to get it done.” –Sir Richard Branson. To learn the steps to a purpose-driven life, read The Promise of a Pencil by Adam Braun.
Gurdjieff
82 sabios consejos de Gurdjieff a su hija para
transitar por el camino de la Vida
gran filosofía de vida…
- Fija tu atención en ti mismo, sé consciente en cada instante de lo que piensas, sientes, deseas y haces.
- Termina siempre lo que comenzaste.
- Haz lo que estás haciendo lo mejor posible.
- No te encadenes a nada que a la larga te destruya.
- Desarrolla tu generosidad sin testigos.
- Trata a cada persona como si fuera un pariente cercano.
- Ordena lo que has desordenado.
- Aprende a recibir, agradece cada don.
- Cesa de autodefinirte.
- No mientas ni robes, si lo haces te mientes y te robas a ti mismo.
- Ayuda a tu prójimo sin hacerlo dependiente.
- No desees ser imitado.
- Haz planes de trabajo y cúmplelos.
- No ocupes demasiado espacio.
- No hagas ruidos ni gestos innecesarios.
- Si no la tienes, imita la fe.
- No te dejes impresionar por personalidades fuertes.
- No te apropies de nada ni de nadie.
- Reparte equitativamente.
- No seduzcas.
- Come y duerme lo estrictamente necesario.
- No hables de tus problemas personales.
- No emitas juicios ni críticas cuando desconozcas la mayor parte de los hechos.
- No establezcas amistades inútiles.
- No sigas modas.
- No te vendas.
- Respeta los contratos que has firmado.
- Sé puntual.
- No envidies los bienes o los éxitos del prójimo.
- Habla sólo lo necesario.
- No pienses en los beneficios que te va a procurar tu obra.
- Nunca amenaces.
- Realiza tus promesas.
- En una discusión ponte en el lugar del otro.
- Admite que alguien te supere.
- No elimines, sino transforma.
- Vence tus miedos, cada uno de ellos es un deseo que se camufla.
- Ayuda al otro a ayudarse a sí mismo.
- Vence tus antipatías y acércate a las personas que deseas rechazar.
- No actúes por reacción a lo que digan bueno o malo de ti.
- Transforma tu orgullo en dignidad.
- Transforma tu cólera en creatividad.
- Transforma tu avaricia en respeto por la belleza.
- Transforma tu envidia en admiración por los valores del otro.
- Transforma tu odio en caridad.
- No te alabes ni te insultes.
- Trata lo que no te pertenece como si te perteneciera.
- No te quejes.
- Desarrolla tu imaginación.
- No des órdenes sólo por el placer de ser obedecido.
- Paga los servicios que te dan.
- No hagas propaganda de tus obras o ideas.
- No trates de despertar en los otros emociones hacia ti como piedad, admiración, simpatía, complicidad.
- No trates de distinguirte por tu apariencia.
- Nunca contradigas, sólo calla.
- No contraigas deudas, adquiere y paga en seguida.
- Si ofendes a alguien, pídele perdón.
- Si lo has ofendido públicamente, excúsate en público.
- Si te das cuenta de que has dicho algo erróneo, no insistas por orgullo en ese error y desiste de inmediato de tus propósitos.
- No defiendas tus ideas antiguas sólo por el hecho de que fuiste tú quien las enunció.
- No conserves objetos inútiles.
- No te adornes con ideas ajenas.
- No te fotografíes junto a personajes famosos.
- No rindas cuentas a nadie, sé tu propio juez.
- Nunca te definas por lo que posees.
- Nunca hables de ti sin concederte la posibilidad de cambiar.
- Acepta que nada es tuyo.
- Cuando te pregunten tu opinión sobre algo o alguien, di sólo sus cualidades.
- Cuando te enfermes, en lugar de odiar ese mal considéralo tu maestro.
- No mires con disimulo, mira fijamente.
- No olvides a tus muertos, pero dales un sitio limitado que les impida invadir toda tu vida.
- En el lugar en que habites consagra siempre un sitio a lo sagrado.
- Cuando realices un servicio no resaltes tus esfuerzos.
- Si decides trabajar para los otros, hazlo con placer.
- Si dudas entre hacer y no hacer, arriésgate y haz.
- No trates de ser todo para tu pareja; admite que busque en otros lo que tú no puedes darle.
- Cuando alguien tenga su público, no acudas para contradecirlo y robarle la audiencia.
- Vive de un dinero ganado por ti mismo.
- No te jactes de aventuras amorosas.
- No te vanaglories de tus debilidades.
- Nunca visites a alguien sólo por llenar tu tiempo.
- Obtén para repartir.